La Vanguardia

Catalunya, en el primer año Rajoy

- Fernando Ónega

Don Mariano Rajoy y su partido han celebrado el primer año de su victoria electoral. Fue una conmemorac­ión tristona: los datos económicos son negativos, la sociedad ha perdido ilusión de cambio y sólo el propio presidente cree y dice que “lo peor ha pasado”. Pero algo extraño ocurre en el país cuando el balance es únicamente económico. Da la impresión de que la política ha desapareci­do, al gobierno sólo le interesan sus cuentas y a los demás, sus consecuenc­ias. ¿O será que en este periodo no hay nada que objetar, elogiar, ni comentar de la evolución política?

Pues hay una gran historia sin cerrar: el salto de Catalunya hacia el estado propio, la mayor fractura de la convivenci­a en el estado español del último siglo. Me apresuro a decir que sería injusto atribuirlo a la gestión del señor Rajoy. Sólo ha coincidido en el tiempo. E incluso podría no haberse planteado la ruptura si en el liderazgo nacionalis­ta no estuviese el tirón de Artur Mas, el hombre que hizo perder el miedo a la palabra independen­cia y confeccion­ar su hoja de ruta. Mas es el artífice, no algún gobernante español.

Sin embargo, los hechos sí han ocurrido en el primer año de Rajoy, y así pasará a la historia. El partido que creó el eslogan “España, lo único importante” está viendo cómo la desafecció­n de parte de Catalunya (el domingo veremos la dimensión de esa parte) alcanza el máximo nivel bajo su mandato. Aunque Rajoy no lo confiese, ésta es su corona de espinas. A efectos de valoración de las futuras generacion­es, de poco serviría haber encarrilad­o la economía si este periodo resultase ser el cuatrienio de la independen­cia de Catalunya.

Catalunya tendría un futuro incierto, porque no acabo de ver dónde están los beneficios de cambiar un mercado abierto de 47 millones de consumidor­es por otro de siete; pero la España sería también mucho más pequeña sin la rica aportación catalana.

¿Ha sido todo cuestión de mala suerte? ¿Se ha producido una fatídica conjunción de fallos históricos y necesidade­s actuales? Todo eso puede haber ocu- rrido, pero el análisis detecta que ha faltado casi todo: intuición para conocer lo que se estaba gestando en la sociedad de Catalunya; informació­n sobre los objetivos de Mas, que nunca ocultó en conversaci­ones privadas; sensibilid­ad para poner sentimient­os y cariño en la relación, y astucia para prever el desenlace del “no” al pacto fiscal. En cambio, han sobrado exabruptos, sospechas de malas artes y miedos irracional­es ante expresione­s que ahora resultan cándidas como “relación bilateral”.

Nadie es culpable de todo, pero todo estalla en las manos de Mariano Rajoy.

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