Las ondas de la crisis
Si la tendencia que apunta la última oleada de sondeos se ve confirmada por las urnas el próximo domingo, el lunes puede haber muchas caras largas en las sedes de CiU y del PSC. Aunque gane CiU, si su victoria no le deja cerca de la mayoría absoluta, es posible que algunos empiecen a preguntarse si ha merecido la pena el órdago lanzado por su líder para tan magros resultados. Apuntarse al independentismo para engordar las opciones de ERC sin mejorar sustancialmente las posiciones de CiU no podría considerarse una apuesta ganadora.
Los socialistas catalanes, por su parte, llegan a las urnas con tan malos pronósticos que unos resultados un poco mejores que los de las encuestas podrían interiorizarse con alivio, aunque supusieran un descalabro objetivo con respecto a la representación que tiene el PSC en la legislatura saliente. La debacle del PSC, si se confirma, extendería de inmediato las ondas de la crisis al conjunto del PSOE que, sin haberse recuperado todavía de la derrota del 20-N, ha sumado retrocesos importantes en el País Vasco, Galicia y Andalucía, aunque en esta última salvara los muebles del poder gracias al pacto con Izquierda Unida.
Los socialistas se encuentran inmersos en una situación de desánimo colectivo no sólo por la acumulación de derrotas, sino porque no han encontrado una estrategia que sirva para encarrilar la situación. No es que los actuales dirigentes tengan más o menos capacidad, es que los cuadros del PSOE tampoco ven que exista una alternativa en el liderazgo porque no es una cuestión de nombres.
El Gobierno de Mariano Rajoy sufre el lógico desgaste que se deriva de la adopción de medidas económicas de alto coste social y notable impopularidad, pero el PSOE no obtiene el menor rédito de esa situación sino que se desgasta tanto o más que el PP. Puede que pese el recuerdo de que la crisis comenzó con el Gobierno de Zapatero y que fue éste quien aplicó los primeros recortes. En el PSOE hay quien piensa que el problema del partido está en su relación con la sociedad y que el germen de la crisis ya estaba al final del mandato de Felipe González,
La adhesión incondicional a un partido se debilita y los políticos no se adaptan a esa volatilidad
pero que la victoria inesperada de Zapatero permitió ocultarla durante dos legislaturas. La sociedad ha cambiado radicalmente en las últimas décadas y los partidos, no sólo el PSOE, siguen manteniendo formas de actuar idénticas a las de los primeros tiempos de la democracia. La adhesión incondicional a un partido, que a veces era una tradición familiar, se ha debilitado y ha aumentado la volatilidad de los apoyos electorales. Los que hoy votan a uno mañana pueden cambiar de siglas sin mayor problema. La extensión de estas actitudes cambia la reglas de juego, pero los partidos no terminan de adaptarse.