La Vanguardia

Las mujeres obispo, rechazadas

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NO habrá obispas anglicanas en Gran Bretaña. No las habrá, al menos, de momento. El sínodo de la Iglesia Anglicana, reunido el martes en Londres, rechazó la propuesta que habría permitido ordenarlas. Esta iniciativa era defendida firmemente tanto por Rowan Williams, arzobispo de Canterbury saliente, como por Justin Welby, que le relevará en el cargo en diciembre. Pero fue derrotada. Y es por todo ello que, además de un revés para la cúpula anglicana, dicha consulta abre una grave crisis en el seno de esta comunidad religiosa.

La Iglesia Anglicana admitió la ordenación de mujeres sacerdote hace ya 18 años. En la actualidad, cuenta con 3.600, lo cual representa un tercio de su clero, al tiempo que una fuerza imprescind­ible para llevar a cabo la labor pastoral. Consciente de su papel al alza en la Iglesia, y de la igualdad de derechos y responsabi­lidades que rige en las democracia­s occidental­es, el colectivo femenino anglicano plantea desde hace años reivindica­ciones igualitari­as. La jerarquía eclesiásti­ca las apoyó, y durante un decenio trabajó para llegar a una votación como la del martes con el viento histórico a favor. Pero el resultado fue adverso. Dos de los tres órganos que integran el sínodo anglicano votaron claramente a favor de las mujeres obispo –los obispos por 44 a 3; y el clero por 148 a 45–. Pero el tercer órgano, formado por laicos (132 a 74), no alcanzó la requerida mayoría de dos tercios. Quienes lo impidieron argumentar­on que Jesús no había elegido ni una sola mujer entre los doce apóstoles y, por lo tanto, tampoco ahora habría lugar para las mujeres obispo. Como si nada hubiera cambiado en el mundo en veinte siglos.

Con un total de ochenta millones de feligreses, la Iglesia Anglicana tiene ya 37 mujeres obispo, en países de Europa y en Estados Unidos. Pero tanto en el Reino Unido como en África y América Latina los sectores fundamenta­listas pesan lo suyo y se oponen a las reformas. La cúpula anglicana, pese a su política progresist­a en temas como el matrimonio gay o el papel de los gais en la Iglesia, ha intentado a toda costa evitar un cisma. Incluso llegó a proponer obispos volantes masculinos para las diócesis que no aceptaran una mujer obispo. Pero todo fue en vano. Y no podrá ya reabrir el debate hasta el próximo sínodo, en el 2015.

El resultado de esta votación ha causado honda frustració­n en la Iglesia Anglicana. Ha asociado su imagen a la del sector más tradiciona­lista. Ha supuesto un revés para sus dirigentes. Ha mostrado escasa sintonía con los tiempos que corren. Y –peor aún– ha sido injusto con el colectivo femenino que trabaja en sus filas.

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