El Príncipe y la prensa
Ryszard Kapuscinski defendía que para ejercer el periodismo hay que ser un buen ser humano y que las malas personas estaban incapacitadas para dedicarse a este oficio. A su juicio, en la vida uno tiene que hacer acopio de independencia, ser honesto a carta cabal y defensor encarnizado de la verdad. Un periodista sin valores es un francotirador que nos pone en peligro a todos. Kapuscinski lo sabía perfectamente, pues fue testigo directo de revoluciones, golpes de Estado y unas cuantas guerras. Sin citar al escritor bielorruso, ayer Felipe de Borbón hizo una defensa del buen periodismo que encaja perfectamente con las palabras del autor de Ébano, a quien conoció hace nueve años en Oviedo, cuando le libró el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. El heredero de la Corona dijo en la entrega del Premio Francisco Cerecedo que el periodismo tiene futuro, siempre que los profesionales cumplan su tarea con limpieza y honradez y cultiven los mayores niveles de calidad, rigor y autoexigencia. El Príncipe considera que los periodistas han de ser garantía del debate público, pero sin faltar nunca a la verdad.
Lo cierto es que las palabras de Felipe de Borbón, que está casado con una periodista, tienen el don de la
Un periodista sin valores es un francotirador que nos pone en peligro a todos
oportunidad en unos momentos en que la campaña electoral catalana ha sido sacudida por un presunto borrador policial que se ha subido a la portada del diario El Mundo para manchar la honorabilidad de Artur Mas. Tras seis días de investigación interna, el ministro del Interior ha asegurado que este documento no existe y que lo publicado por el diario es un recorta y pega de textos conocidos, sumados a anónimos y a rumores que circulan por internet. Curiosamente, ni siquiera aparece en ellos el nombre de Artur Mas relacionado con ninguna cuenta en Suiza. Cuatro querellas acumula el diario en las últimas horas.
Igualmente resulta pertiente recordar el mandato moral del periodista, ese que le hizo manifestar a Gabriel García Márquez en una lección magistral a estudiantes del oficio que “la ética ha de acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón”. El periodismo no debe quedarse en la superficie de las noticias, sino profundizar en ellas mediante el análisis de las conductas y la revisión de los hechos. La prensa debe ser implacable con los abusos de los poderosos, con la corrupción de los dirigentes políticos y con los comportamientos impropios de quienes rigen los países. Pero lo que no es de recibo es que, como el elefante en la cacharrería, irrumpa en las vidas de las gentes y destroce su honor, haciéndolo añicos a los ojos del mundo sin pruebas contrastadas o testimonios irrefutables. Un buen periódico es una nación hablando consigo misma, según la definición de Arthur Miller. Pero no todos hablan claro e incluso algunos lo hacen con un lenguaje impropio.