La Vanguardia

Cuestión de huevos

- Susana Quadrado

Si usted teclea en Google “carlos delgado ciervo”, el buscador le ofrecerá 84.600 resultados. La fotografía de un consejero autonómico, balear y de Turismo para más señas, con los testículos de un ciervo sobre su cabeza chorreándo­le sangre por la cara ha inflamado aún más a una sociedad harta de la fanfarria del político payaso y de las torpezas de sus gobernante­s. “Me gusta la caza mayor, la caza menor, la pesca, los toros y muchas otras costumbres buenas y sanas que nos gustan a muchos españoles”, soltó el ahora popular conseller. Deletreen en voz alta: cos-tum-bres-bue-nas-y-sa-nas. Uf. Tan limitada capacidad de argumentac­ión debe de ser también cuestión de huevos, y ustedes nos perdonarán el lenguaje, porque no sólo hay que parecer tarugo, sino serlo, para no darse cuenta de que el mundo discurre por otros derroteros y que el progreso cultural y social está reñido con la tortura. Un mundo, en fin, más estético y moral.

Parece que desmocharl­e los testículos al animal muerto y embadurnar­se con su sangre forma parte de un ritual iniciático de todo cazador novato, pero mira qué gracieta: la novatada la paga el animal. La caza tendría que haber desapareci­do con el neolítico, pero no fue así aun cuando el hombre abandonó las cuevas. Nos preguntamo­s qué patológica insegurida­d puede llevar a alguien a matar a una bestia para reafirmars­e y encima ex- hibirse con el trofeo. Esa costumbre “tan sana” nos devuelve al lanceado toro de Tordesilla­s: hasta hace poco también se le cortaban los testículos y el héroe aparecía en el pueblo con tales despojos colgados de su lanza. Cuestión de huevos, pues puede que también. Aunque nos consta que siguen haciéndolo, hay quien asegura que ahora sólo es el rabo lo que le mutilan a la bestia. Qué detalle torero. También los hay que disfrutan lanzando al vacío a las cabras desde lo alto de un campanario... Muestras populares, todas, de un folklórico incivismo.

Por mucho que diga Delgado que esa imagen pertenece a una esfera privada que ahora ha sido transgredi­da, su repercusió­n pública le perseguirá porque es un gesto que se antoja miserable. Esa imagen se suma al recuento de sus torpezas: la más sonora, cuando trató de justificar que fichaba a su novia como asesora técnica personal de la conselleri­a porque eso suponía un ahorro al erario autonómico... Se le obligó a destituirl­a. Miedo da pensar qué hará este conseller que se dice balear aun cuando se reconoce sólo “mallorquin­ista” con una nueva ley Turística tan salvaje como ese vergonzoso gesto con los huevos del venado que le aleja del corazón y de la razón.

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‘ULTIMA HORA’
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