Vota Don José
Yo estuve allí. En la manifestación de abril de 1977 para reclamar el Estatut, y grité “Samaranch fot al camp!” en las proximidades de la plaza de Sant Jaume. Fui con mi familia. Y recuerdo que nos encontramos a Miquel Arbós, que era cliente de casa, y que años más tarde tuvo una cierta fama por un papel en el programa de TV3 Tres pics i repicó. Con una dicción pastosa, de viejo galán, dijo que se alegraba de vernos tan bien a todos. Y subrayó la palabra todos, porque en la manifestación estaba también mi padre, que era un caso a parte en la familia. Había nacido en Barcelona, pero no hablaba catalán, le gustaban el fútbol, los toros y el boxeo y, en muchas cosas, vivía en un mundo diferente del que vivíamos yo, mi madre y mi hermano. Yo tenía catorce años y estaba muy politizado. Por tradición familiar me sentía anarquista. E intentaba compatibilizar las ideas libertarias con el catalanismo.
Mi yaya venía del pueblo, en la zona castellanohablante de Castellón, y pasaba temporadas con nosotros. En su juventud había trabajado en Ca l’Aranyó, donde ahora está la Universitat Pompeu Fabra. Allí aprendió una de esas modalidades de la lengua hoy perdidas: el catalán del Poblenou. Poco antes de las elecciones del 15 de junio de 1977 estuvo unos meses en casa. Mi hermano y yo le preguntamos a quién votaría. La respuesta nos dejó perplejos: “Votaremos a quien diga Don José”. Este Don José era el secretario del ayuntamiento. Fue la primera vez que vi de cerca el famoso caciquismo español que nos enseñaban en el colegio. No hace falta decir a quién recomendaba Don José que votasen mi yaya y sus hermanas. En agosto de 1939 –el día de la Fiesta Mayor, para joder más–, les habían fusilado un hermano, el tío Basilio, que era de la CNT y que al acabar la guerra se emboscó en la sierra de Espadán. A la familia la desterraron a Morella. Trenta y ocho años después, un secretario franquista les decía a quién tenían que votar. Este es el país tan bien arregladito que nos dejó la UCD, que decía aquél.
En los ambientes que frecuentaba mi padre últimamente (el bar Bretón, la Gran Peña y otros bares taurinos cercanos a la Monumental) no creo que oyera hablar mucho de catalanismo. ¿A quién votaría si viviera?, me pregunto si paso por allí. Los Don Josés de hoy en día creen que se puede vivir eternamente en Catalunya sin ser catalán y hacen todo lo posible para que así sea. Piensan que el miedo, con las buenas palabras de un secretario de pueblo o con métodos más expeditivos, no puede fallar. Pero ahora los independentistas son los hijos, los nietos. Las cosas han cambiado también en el bar Bretón.
El secretario del pueblo decidía a quién tenía que votar la gente en 1977