Clarificar la agenda
Los análisis relativos a la viabilidad de economías de dimensión similar a la catalana son claros. Entre los países que ocupan lugares destacados en los rankings de competitividad, países como los del norte de Europa (incluida una Noruega resultante de una civilizada separación de Suecia) ocupan lugares no ya destacados, sino envidiables, junto a otros como Austria, Bélgica y Holanda. Estos dos últimos países resultan ser además las únicas economías de Europa occidental que han ganado posiciones entre el 2000 y el 2011 en el ranking de exportadores de mercancías. Uno de los análisis comparativos de competitividad, el que realiza anualmente la escuela de negocios suiza IMD, incluyó hasta el 2006 los posicionamientos no sólo de estados sino de algunos territorios con personalidad económica propia, entre ellos Baviera, Lombardía, Escocia y Catalunya, situándose esta por delante de España incluso en los años en los que se decía que iba bien. En mi opinión el activo más importante, en el pasado y debemos asegurar que asimismo en cualquier escenario de futuro, es la masa crítica de tejido empresarial de mediana y pequeña empresa, la versión catalana del denominado en Alemania Mittelstand, que está de hecho en la base de casi la única fuente de buenas noticias para nuestra economía en los últimos tiempos: el dinamismo exportador. Las grandes empresas son importantes, por supuesto, pero el activo más sólido para la economía catalana en un futuro que ya ha comenzado radica en mayor medida en los denominados “campeones ocultos” ( hidden champions). Lamentablemente, debemos constatar que en los últimos tiempos buena parte de este tejido empresarial experimenta dificultades y maltratos –incluyendo problemas serios de acceso al crédito– y debemos ser conscientes de que la forma de salir de la crisis, bajo cualquier configuración política, va a depender críticamente de que seamos capaces de sacar partido plenamente del potencial del Mittelstand catalán en lugar de seguir maltratándolo.
La transición a un nuevo escenario requerirá unas negociaciones de compleja agenda. Merece especial atención, por supuesto, el reparto de “activos y pasivos”, tema sobre el cual ya se han hecho interesantes –y contrapuestas– aportaciones… que deberán ampliarse en su momento a vertientes hasta ahora menos publicitadas, incluidos los importantes saldos deudores de España con el BCE bajo el mecanismo conocido como Target-2. Además de los aspectos relativos a la continuidad –automática o renegociada– en la UE y la eurozona, estas posiciones deudoras, que es- tán en la base de algunas influyentes reticencias de Alemania hacia la cooperación intraeuropea, son aspectos delicados que habrá que tener preparados.
Otro tema crucial será la configuración del sistema financiero catalán, tanto en lo que se refiere a las entidades financieras con base en Catalunya y en cómo podrían verse afectados sus balances –y su acceso a mercados y mecanismos europeos– por la transición a nuevos escenarios, como al posicionamiento de las importantes entidades financieras con base en otras partes del Estado. Clarificar este aspecto es crucial para un país con protagonismo del tejido empresarial de mediana y pequeña empresa, especialmente susceptible ante cambios en las condiciones de acceso al crédito. Y la degradada situación actual no debería empeorar ni un ápice: de hecho, deberían preverse las medidas para reabrir de forma significativa el flujo del crédito.
Los análisis modernos sobre prosperidad de las naciones enfatizan no sólo los tradicionales factores económicos (ahorro e inversión, innovación y creatividad) sino además aspectos institucionales entendidos, en sentido amplio, como las reglas del juego que generan incentivos al tiempo que proporcionan formas percibidas como equitativas de resolver los conflictos distributivos que afloran especialmente en épocas de crisis y transiciones.
Un interesante análisis aplicado a España ha explicado que las élites extractivas del Estado han sido y siguen siendo un lastre. Desconectar de ellas se presenta como una de las ganancias que obtener en un escenario alternativo. Pero asimismo afloran aspectos preocupantes. Se escuchan influyentes voces que ven en el proceso abierto, bajo la excusa o coartada de romper con vicios hispánicos, la oportunidad de planteamientos que hasta ahora no han conseguido apoyos democráticos suficientes y que ahora intentan capturar el especial clima sociopolítico generado para volver a intentar colocar sus propuestas. Algu- nas de ellas son preocupantes por su hilo conductor de rebajar garantías o mecanismos democráticos, presentadas hábilmente bajo ropajes pretendidamente modernos, como, por ejemplo, las que insisten en “consejos fiscales” que releguen (aún más) la soberanía de unos parlamentos democráticos que nacieron para dar unas garantías del uso de los recursos públicos que ahora se pretende transferir a una “élite de expertos”, o los retrocesos anunciados en materia de autonomía de las universidades o de diversos ámbitos de la sociedad civil que hasta ahora habían eludido la voracidad del control de las élites.
Es esencial garantizar que la transición a un nuevo escenario
En mi opinión, el mayor activo para un escenario de futuro es el tejido de pequeña y mediana empresa
político no sea un mero relevo en las élites extractivas. Por ello es crucial que el nuevo marco político garantice una amplia representatividad de todas las sensibilidades que conviven en Catalunya. El momento menos indicado, de hecho el más peligroso, para mayorías excesivas o votos “prestados” es precisamente aquel en que la capacidad para rediseñar las reglas del juego es más fuerte. La nueva Catalunya no debe nacer con las cartas marcadas sino bien al contrario, con las más plenas garantías de responder a un proyecto ampliamente compartido en que todas las voces se sientan presentes y representadas. Esta es la verdadera fuerza con que iniciar el futuro.