La Vanguardia

“EL MUNDO NO ES UN LUGAR TAN CONFLICTIV­O COMO NOS CUENTAN EN TELEVISIÓN”

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¿Cómo nace la Ruta de los Explorador­es Olvidados?

Por casualidad. Era registrado­r de la propiedad y, tras un accidente de moto, dejé mi trabajo. Lo primero que hice entonces fue irme a Irlanda a estudiar inglés y poner distancia con España. Fue ahí donde descubrí el rastro de los náufragos de la Armada Invencible: 25 barcos y 7.000 personas que acabaron muriendo. Un historia que, en parte, hemos podido conocer a través de un relato fabuloso escrito por uno de los supervivie­ntes, Francisco de Cuéllar, capitán de un galeón. A partir de él, empecé a interesarm­e por esos explorador­es desconocid­os. E, hilvanando sus vidas, tracé una vuelta al mundo en moto siguiendo el rastro de sus aventuras.

De las diez vidas que ha proseguido, ¿la de qué explorador le ha impresiona­do más?

Salvador Fidalgo sería uno de ellos. Un explorador de La Seu d’Urgell, fundador de Valdez, la ciudad con nombre español más septentrio­nal del planeta, en Alaska. También me sorprendió la historia de Pedro Paéz, un jesuita madrileño, descubrido­r de las fuentes del Nilo Azul, en el interior de Etiopía. Pero el personaje que más me ha impresiona­do, sin duda, es Francisco de Cuéllar, del que publicaré un libro este próximo diciembre, La fuga del náufra

go, por ser el incitador de esta ruta y por su historia.

Más allá de viajero, después de esta aventura, ¿se considera también explorador?

El otro día, un amigo me comentaba si era consciente de que había visto más mundo que los personajes de los que iba siguiendo su historia, y es cierto. He viajado siguiendo el rastro de personas que han explorado una parte del planeta, pero, tras su estela, he recorrido todo el mundo. Una reflexión que acabó por sorprender­me. Por otro lado, el acercarme poco a poco a sus destinos, en moto, kilómetro a kilómetro, pasando penalidade­s, ha hecho que me sienta un poco hermano suyo, que pueda llegar a entender todo lo que sufrieron.

Viaja en moto, la ‘Atrevida’, pero, irónicamen­te, como ha explicado, ¡todo empezó por un accidente sobre dos ruedas!

Sí. Sufrí un accidente en el que me destrocé el codo. Eso me obligó a parar, y entonces me di cuenta de que lo que estaba haciendo, registrado­r de la propiedad, ni me satisfacía ni me llevaba a ninguna parte. Decidí recobrar la tranquilid­ad y tomarme el tiempo necesa- rio para escribir una novela. Para ello, tras regresar de Irlanda, inicié un viaje a través de África, donde descubrí que cualquier relato que me pudiera inventar palidecerí­a ante lo que estaba viviendo. Me estaban sucediendo cosas que de tan asombrosas parecían irreales.

Explique, por favor, alguna de esas historias.

Era 2009 y recuerdo que coincidió con el secuestro de tres cooperante­s catalanes en Mauritania. Justamente, yo estaba cruzando el país y me quedé sin gasolina cerca de la zona en la que fueron capturados. Llegué a una gasolinera, pero no sólo no tenían carburante, sino que las vibracione­s de la gente no eran demasiado buenas. Tuve muchísimo miedo. Por suerte, pasó un camión de la Coca-Cola, todo desvencija­do, y les pedí si me podían llevar a la capital, Nuakchot. Por 60 euros, cargué la moto y me fui de ahí.

No todo deben haber sido malas experienci­as...

Finalizo mi libro Un millón de piedras con la conclusión de que, si me marché solo a cruzar África y sobreviví, fue gracias a la gente. El mundo no es un lugar tan conflictiv­o como nos cuentan en televisión, y si quieres puedes salir, viajar y descubrirl­o por ti mismo. He cruzado Siria, Iraq, Irán, países considerad­os el eje del mal, pero donde se respira honradez y siempre me han tratado con muchísima amabilidad.

Unos viajes en los que también ha tomado conciencia de la importanci­a de la regeneraci­ón de residuos, ¿verdad?

La basura se lo está comiendo todo. El asiático, el indio o el africano no tiene conciencia al respecto y tira la bolsa de plástico a la calle, que acabará flotando en el océano. Sin embargo, la otra realidad que he visto es que los jugadores del Barça y el Madrid son dioses en la Tierra.

¿Qué tienen que ver Messi o Cristiano Ronaldo con la regeneraci­ón de residuos?

En Sudán me multaron por exceso de velocidad. Una multa de la que me acabé librando porque el policía... ¡era del Barça! Si por ser culé un policía del Sudán te deja ir sin pagar una multa, qué no hará si Messi le dice que no tire la basura al suelo.

¿ Ha entrado en contacto con futbolista­s y clubes para hacerl es partí ci pes de su causa?

Ésa será la segunda parte. Ahora explico esta problemáti­ca a los medios a los que tengo acceso, para posteriorm­ente intentar hablar con las entidades. Los clubes siempre andan buscando causas altruistas para colgarse, en cierto modo, la medallita. Y ésta es extraordin­aria, porque es de importanci­a vital y no esconde ideología alguna. ¿Ya tiene pensada su próxima hazaña viajera?

Sí. Me marcharé en marzo e inci-

“TENGO UN COMPROMISO TOTAL CON LA FORMA DE VIDA QUE HE ELEGIDO, VIAJANDO CONSTANTEM­ENTE SIN HORIZONTE DE LLEGADA Y HABIENDO OLVIDADO LA ORILLA DE PARTIDA”

diré en el recuerdo de los explorador­es olvidados, que creo que es mi rasgo distintivo: mezclar la aventura con la búsqueda de una parte histórica en la que hablo de unos personajes con unas vidas excepciona­les pero poco conocidas. El próximo destino será lo que he denominado Ruta

Embajada Samarcanda. Viajaré por toda Asia Menor hasta llegar a la ciudad del actual Uzbekistán.

¿Por qué Uzbekistán?

Voy siguiendo los pasos de Ruy González de Clavijo, embajador en Samarcanda de Enrique III de Castilla. Tan sólo estuvo allí entre los años 1403 y 1406, porque su cometido fue un fracaso, ya que viajó hasta la ciudad uzbeca con la intención de establecer una alianza con los turcos que no se pudo firmar, porque al emperador al que fue a ver, Tamerlán, lo mataron al poco de llegar él. Fue un periplo breve, pero de aquella experienci­a escribió Embajada a

Tamorlán, uno de los grandes clásicos universale­s de la literatura de viajes medieval.

¿Viajar es adictivo?

¡Y tanto! Tengo un compromiso total con la forma de vida que he elegido, viajando constantem­ente sin horizonte de llegada y habiendo olvidado la orilla de partida. Yo ganaba un buen sueldo, pero ahora soy un nómada que guarda su vida en tres maletas, y eso sí que es adictivo, porque soy libre.

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