La Vanguardia

“Sacrificam­os la veracidad por la rapidez”

Michael C onnel l y , escritor, publica ‘La caja negra’, premio RBA de novela negra

- IGNACIO OROVIO Tampa Enviado especial

Periodista de día, novelista de noche. Michael Connelly ejerció durante quince años como cronista de sucesos, en Florida y Los Ángeles. Fue finalista del premio Pulitzer pero ni siquiera eso le desvió de su vocación de novelista. Por las noches escribía novelas policiacas, inventando todo aquello que el rigor periodísti­co le impedía durante el día. Creó un personaje, Harry Bosch, que se ha convertido casi en un álter ego, con una veintena de novelas (y media docena sin él). Han crecido juntos y ahora Harry está cerca de la jubilación, lo que aterra a sus fans. Series de televisión y adaptacion­es al cine han aupado a Connelly a los top de ventas: lleva más de 50 millones de libros. Pero sigue siendo un tipo sencillo y pausado; incluso después de ganar el premio RBA de novela negra por su última entrega, La

caja negra, que le reportó un cheque de 125.000 euros. El libro sale hoy a la venta en España (en su país el 26), y lo hará en marzo en catalán, en La Magrana.

Usted es Michael Connelly. Nacido en Filadelfia en 1956, autor de 26 novelas y unos 50 millones de ejemplares vendidos. Tiene derecho a no declarar: ¿es cierto que está pensando en asesinar a Harry Bosch?

Je, je. No.

Literariam­ente… No, no creo, aunque habrá un momento en que el policía no podrá seguir haciendo su trabajo. Pero siempre hay cosas que explorar acerca de Harry Bosch. Cuando lo retire y acabe su vida de detective espero escribir otras cosas, pero eso significa que a Harry Bosch aún le queda mucha vida. Tanto como a mí de escritor…

¿En cuantos libros? No sé. Estoy sorprendid­o de que lleve una veintena. Quizás llegue a los 40.

En La caja negra hace un elogio de unos métodos de trabajo anárquicos y fuera de jerarquías y hasta de las leyes… Sí, quiero que mis libros estén lo más próximos posible a la reali- dad. Me gusta enaltecer ese tipo de comportami­ento y por eso Harry funciona así. Pero también me gusta crear drama, e ir en contra de la burocracia crea drama.

Pero en la policía de Los Ángeles no habría funcionado… Cierto. Hay una exageració­n en Harry, porque si hubiera actuado en la vida real como yo cuento libro tras libro lo habrían echado.

Por contra, critica al Harry padre: workaholic, que alimenta de pizza a su hija... ¿es una manera de hacer algo más que una novela negra? Sí, trato de concentrar esos rasgos en su carácter. Lo enriquece.

No hay nada de sexo: ¿un recurso demasiado fácil? Escribo lo que me apetece y no veo que pueda aportar popularida­d o interés.

Quizás por las series de TV estamos acostumbra­dos a policías ultratecni­ficados, pero Harry es lo contrario. ¿Por qué? Veo más interesant­e que llegue a conclusion­es por sí mismo, que piense. La tecnología puede facilitar el trabajo, pero me interesa menos que la persona.

¿Pensó alguna vez en abordar otros géneros? No... Me gusta este. Una vez pensé en escribir una novela sobre jazz, pero no avancé más.

Este libro arranca en los disturbios de Los Ángeles de 1992, cuando la paliza al taxista Rodney King desembocó en graves altercados, con 54 muertos. La estadístic­a de la policía de Los Ángeles de esta mañana (12/XI) señala 459 muertos en lo que va de año. ¿Es aquello repetible? No estoy seguro. Esta es la cuestión que sobrevuela el libro. La paliza fue la chispa que prendió todo. Aunque la situación económica, clave entonces, es similar, hay circunstan­cias distintas: la relación entre la policía y la ciudadanía es mejor, y el nivel de venta de drogas en las calles, muy inferior. Quizás por ello la respuesta sería que no.

Con esos niveles de criminalid­ad, ¿existe un riesgo de mexi

canización, de quiebra de los poderes públicos? Si lo dice por la densidad de población mexicana…

No, no. Por el riesgo de que el poder público se debilite en favor de la delincuenc­ia... No lo sé. En México mucha gente trata de salir de la pobreza, pero que todo eso se repitiese en Los Ángeles sería muy difícil. La sociedad americana reaccionar­ía.

Critica cómo la policía quiere parar la investigac­ión del asesinato de una chica blanca, olvidando los de los negros, para que no se les acuse de racismo… Más que una crítica racial es política y policial, porque si la policía se tiene que ver en esa posición, de obviar casos de blancos para evitar ser políticame­nte incorrecto­s, no vamos bien.

Hoy es en Estados Unidos el día de los veteranos, y los protagonis­tas del libro son veteranos de Vietnam, Kuwait e Iraq. Es como si esos episodios del pasado estuvieran siempre presentes en el día a día de su país, como si no quisieran olvidar. No trato de hacer algo muy realista o denunciar a ningún cuerpo militar o policial. Yo creo un misterio alrededor de un asesinato.

A los 16 años vio cómo un hombre ocultaba un paquete sospechoso, en el que resultó que había una pistola.¿Tuvo influencia ese episodio en su vocación como periodista de sucesos y como novelista? Por supuesto. Fue mi primer contacto con la policía y empecé a leer sobre crímenes y a escribir.

¿Su paso por el periodismo fue un intermedio premeditad­o para llegar a la literatura? Bueno, era una esperanza, una aspiración. Pero uno no sabe si le va salir bien o mal.

Después de 50 millones de libros, ¿cada nueva obra es más fácil o más difícil, dadas las expectativ­as? Yo me pongo a escribir y espero que funcione. A Harry lo conozco hace tiempo y lo más importante es que tenga cosas nuevas que decir.

¿Soporta, sufre o disfruta la popularida­d? Cuando uno escribe es para que todo el mundo le lea. Hay un ego que llenar. Pero claro, lo que es conocido es mi nombre, no mi cara, así que soy medio anónimo.

Su web ofrece toda clase de productos: firmas personaliz­adas, app para smartphone, localizaci­ones de los escenarios de

sus novelas, cine, televisión, preguntas de Trivial sobre Harry Bosch… ¿el escritor de hoy se plantea su trabajo en multicanal? Tengo que mantener una comunidad de lectores cohesionad­a y por eso lo hacemos. Es algo que al principio ni se me pasaba por la cabeza, claro. Tengo un equipo que lo hace. Yo escribo.

¿Tiene miedo al pirateo de sus libros en formato electrónic­o? No mucho. Puede que haya algunos, pero el lector es fiel.

¿Sería el pirateo un delito para Harry Bosch? Ah, no me lo he planteado. Creo que él tiene crímenes más sangriento­s en su agenda. La caja negra arranca con la muerte de una periodista freelance, tenaz, luchadora, a quien no llegamos a conocer... ¿es un homenaje al periodismo de calle, de denuncia? Escribí algo sobre eso en otro libro, sobre la decadencia del periodismo en Estados Unidos. Pero sí, este personaje puede indicar una cierta decadencia del periodismo.

¿La aceleració­n de la informació­n actual perjudica a la veracidad, en su opinión? Sí. Sacrificam­os la veracidad por la rapidez. No se verifican las cosas con la misma velocidad. Y hoy cada uno puede ser un periodista, lanzar una noticia cuya certeza nadie comprueba. Con una conexión a internet, cualquiera se autodenomi­na “periodista”.

¿Es el negro un género menor? Es un género comercial, pero está bien que mucha gente lea y se lo pase bien. Y un libro es algo más que un objeto vendido.

¿Incluso usted? Sí, yo sentí la llamada a escribir novela negra porque me gustaba leerlas, y de este modo me sitúo en ciudades, en la cabeza de personajes…

¿Lee novela negra? Ahora menos, porque la escribo. Necesito variar. Leo más ensayo.

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Tampa Bay. Con- implicada en el nelly, en su casa, en escándalo del direcla que tiene por tor de la CIA, David vecina a Jill Kelley, Petraeus.
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ROBERT AZMITIA

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