Un extraño fiscal general

AYER se produjo un hecho inaudito en la vida judicial española. El fiscal general del Estado, Eduardo TorresDulce, llamó por teléfono al fiscal jefe de Catalunya, Martín Rodríguez Sol, para recriminarle su decisión de abrir diligencias de investigación al diario El Mundo por presuntas calumnias al president Artur Mas. Y, acto seguido, esa conversación se filtró para que la desautorización del fiscal de Barcelona fuese conocida por todo el mundo con el objetivo obvio de intentar abortar la investigación del caso. Y, de paso, tratar de mantener ante la opinión pública catalana sombras de duda sobre la honorabilidad de Mas. El fiscal de Barcelona había acordado el pasado miércoles abrir esas diligencias al detectar un posible delito de calumnias al atribuírsele a Mas la titularidad de cuentas bancarias en paraísos fiscales alimentadas por comisiones recibidas del Palau de la Música y opacas a la Hacienda española. El escrito del fiscal es contundente: “La afirmación (de El Mundo) es radicalmente falsa, mendaz”. Y la víspera, antes de darlo a conocer, se lo comunicó previamente por escrito a su superior, Torres-Dulce. Su decisión se conoció coincidiendo con un comunicado del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya que informaba de que el responsable de la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales de la Policía Nacional había informado al juez del caso Palau de que el presunto borrador utilizado por El Mundo, y que este medio atribuía a esa unidad policial, no existía. Es decir, que el supuesto documento, ni siquiera un texto –un “pretexto”, señala el fiscal de Barcelona–, para acusar al president Mas era desconocido por su supuesto responsable. Pese a esas evidencias, el fiscal general ha optado por dejar en mal lugar a su subordinado, jefe de todos los fiscales de Catalunya. Es lógico preguntarse por los motivos que le han llevado a amparar a un medio de comunicación frente a su propia institución y el honor del president.