Las entrañas del arte
Una exposición del MNAC analiza cómo los artistas esculpen o pintan y cómo mutilan, repintan, copian o falsifican las obras
El Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) abrió ayer una exposición, El museu explora, donde analiza cómo se hace el arte. Cómo se hace, y en consecuencia cómo se restaura, mutila, repinta y también como se investiga, analiza, contextualiza, expone y... falsifica.
Menudo ejercicio de sinceridad. El Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) abrió ayer una exposición, El museu explora, donde analiza cómo se hace el arte. Cómo se hace, y en consecuencia cómo se restaura, mutila, repinta y también como se investiga, analiza, contextualiza, expone y... falsifica. Porque la muestra, arriesgada, interesantísima, es en sí misma un ejemplo de lo que el MNAC quiere ser. Algo más que un conjunto de salas blancas con cuadros colgando de una alcayata. Es la primera que lleva un evidente sello Pepe Serra, director desde febrero. “Se basa en la innovación, la pedagogía y la investigación”, explicó Serra ayer. Es gratuita. No se puede ver deprisa, pero se podrá ir más de un día. “Tenemos la misión de llegar a todo el mundo y por eso es el paradigma de lo que buscamos”, añadió.
El museu explora –comisariada por la restauradora Mireia Mestre– estaba en preparación desde hace más de tres años, porque no consiste en una sucesión de cuadros, ordenados por fechas o corrientes o inococlastamente mez-clados mediante otros criterios, sino que se basa en una minuciosa investigación. Y eso ha dado un par de resultados sorprendentes: al menos dos piezas del museo son falsas, y la casa lo cuenta con naturalidad. Una es un presunto Darío de Regoyos que siempre levantó sospechas, porque está firmado sólo D. R. El bueno es de un coleccionista barcelonés y es algo más grande, tiene algo más de perspectiva, porque resulta que el copión tomó por mode- lo la portada de una revista, cuya proporción había mordido los márgenes y que también se expone.
Otra de las piezas que ha resultado falsa es parte de un conjunto de palomas de esmalte, supuestamente románicas. Sólo una lo es, y estaba en los almacenes.
La muestra reúne más de un centenar de piezas del siglo XII hasta Perejaume o Joan Fontcuberta, organizadas bajo las ideas del proceso creativo; vicisitudes; reversos; materiales y técnicas; dataciones y firmas; falsos, copias, versiones e hiperrestauraciones; y el arte objeto del arte.
En el área de reversos, los cuadros están... del revés. Tres Nonells ofrecen ostentosamente la espalda, pero hay que detenerse, porque no son mudos. Hay firmas, fichas de las exposiciones que los han albergado, bocetos...
Hay también un Joan Llimona que son dos. Hundido por las críticas de La muerte repentina, de 1893, por ñoño y anecdótico, el artista decidió liquidarlo pintando encima Volviendo del campo. Éste estaba en el MNAC. Sus especialistas, sospechando porque tenía las mismas medidas que el desaparecido La muerte..., le aplicaron la más moderna tecnología y localizaron el primero, con los personajes cabeza abajo.
De otras obras se muestra cómo el pintor –Achille Battistuzzi– trazó una cuadrícula para dirigir sus líneas en su paisaje El
Pla de la Boqueria; cómo Marià Fortuny calca un dibujo de sí mismo que le gusta para su Autorretrato, de 1858; cómo Damià Campeny encola la tela y la sustenta con maderas para evitar un peso (más) excesivo en su monumental paso procesional de Semana Santa: 350 kilos. Serra destacó que “en el cambio de modelo que está sufriendo el país aceleradamente, el MNAC busca cada vez más complicidades con quien cree en nosotros”. En este caso: Agrolimen, BNP Paribas, HP, Kremer y Pressing.