Pistolas en el ‘confesionario’ europeo
La UE nunca logra cerrar el presupuesto al primer intento
La negociación del presupuesto europeo tiene mucho de liturgia. La ceremonia se repite cada siete años y, sean 15, 25 o 27 líderes en la sala rara vez se resuelve en un solo acto. Lo habitual es que en el primer intento acaben tirando la toalla y abandonen Bruselas, o la capital de turno, dejando tras de sí un rastro de mal humor y frases para la historia.
El dramatismo de la negociación aumenta en la segunda ronda. Mandan los cánones que se prolonguen también hasta bien avanzada la madrugada, esas ho- ras en las que, cuentan fuentes conocedoras del proceso, llueven los chantajes y las amenazas... “Yo me fumo un puro”, respondió en Berlín José María Aznar al enésimo intento de acuerdo de Gerhard Schröder.
Otro clásico de este tipo de negociaciones es la amenaza de veto británica. “¡Quiero que me devuelvan mi dinero!”, clamó Margaret Thatcher en 1984, exigiendo que se compensara al Reino Unido, uno de los países más pobres del club en la época, por el escaso beneficio que sacaba de las ayudas agrícolas (entonces un 70% del presupuesto). Ese año no hubo presupuesto europeo, pero la Dama de Hierro consiguió que cada año Bruselas en- viara a Londres el llamado cheque británico (3.600 millones de euros al año con el actual presupuesto), un logro que sus sucesores se ven obligados a defender como si del santo grial se tratara.
Su cuantía para los próximos años peligra y se ha convertido en la prioridad de David Cameron. Suele ser el último en llegar
Mandan los cánones que las negociaciones se prolonguen hasta la madrugada y destilen mal humor
a las cumbres, pero ayer fue el primero. Debía inaugurar el con
fesionario de Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo. Así se denomina en la jerga comunitaria a las reuniones bilaterales que el anfitrión de la cumbre celebra con todos y cada uno de sus participantes (27) para conocer, en confianza, sus líneas rojas o los puntos que para cada país, bravuconadas aparte, son de verdad innegociables.
El lenguaje utilizado es a veces poco amistoso. “Llevo una pistola en el bolsillo, pero creo que hoy es mejor guardarla allí, cuando se pone sobre la mesa se mete tanta presión a la negociación que puede no funcionar”, dijo a la salida del vis-à-vis el holandés Mark Rutte.
La última en pasar por el confesionario de Van Rompuy fue la canciller alemana Angela Merkel. Cameron le ha ahorrado esta vez el papel de mala de la pelí
cula: no es Berlín sino Londres quien más quiere recortar el presupuesto, tanto que puede necesi
tar vetar para satisfacer a Westminster. La sombra del fracaso, esa vieja conocida, merodeaba ayer sobre Bruselas.