La nostalgia ya no es lo que era
Las campañas electorales siguen una liturgia que no ha tenido su Vaticano II. Es como si sus responsables sacaran del cajón una carpeta antigua, de anillas o gomas, desgajada por el uso y descolorida por el tiempo. En su interior, un manual de obligado cumplimiento para ser aplicado sin más. Así, un respetable mitin para unos pocos fieles y sin preguntas es preferido por la organización a un debate televisivo que podrían seguir centenares de miles de ciudadanos si este no fue programado con antelación. Y en caso de acudir al plató para debatir, que sea como ha sido siempre. Con reglas previamente marcadas, discutidas, negociadas y aceptadas por todos ellos, ligadas al cuidado de los detalles exigidos con una impertinencia que puede rozar el ridículo.
Algo habrá que hacer, a no tardar, para acabar con tanta impermeabilidad. Y convencerles de que las nuevas tecnologías suponen un cambio conceptual e intelectual de quienes las usan y que significan mucho más que abrirles cuentas circunstanciales a los candidatos, que ni las atienden personalmente y ni tan siquiera leen. Especialmente si el mensaje es crítico. Protegen, pues, a las caras de sus carteles como se sobreprotege a la mascota idolatrada ante cualquier riesgo, por in- significante que sea. Todo ello define un marco superado ampliamente por la ciudadanía, a la que quisieran encerrada en el mismo bucle existencial que ellos practican. Por eso, en las dos campañas electorales que hemos cubierto en 8tv en el año que llevamos informativamente activos, hemos intentado salir del círculo vicioso impuesto y buscar nuevas fórmulas, que no han llegado, ni mucho menos, a satisfacer nuestro proyecto de ofrecer una mirada distinta, plural, variada, matizada y democráticamente enriquecedora para los telespectadores. Una visión mucho más europea o, ¿por qué no?, norteamericana en la que las iniciativas respondan al interés informativo y no a las agendas inamovibles de los partidos. Una referencia periodística adaptada a la televisión que rompa con la inercia de someter el medio a la política. Un servicio a la ciudadanía de acuerdo con sus realidades vitales definidas por ellos mismos y no supuestas por quienes han motivado su desencanto y hartazgo. Por eso triunfan los postulados independentistas. Por los agravios, sí, pero también porque es el único enlace con la ilusión, de la que no vamos precisamente sobrados.
El debate a tres de la noche del miércoles fue un hito en la televisión de Catalunya. Como lo han sido los debates que lo precedieron y que estuvieron organizados de acuerdo con unos criterios informativos que han permitido descifrar la diferencia entre supuestos iguales y las coincidencias entre opuestos contrincantes. Y no lo escribo con la voluntad de colgarme la medalla, sino con la satisfacción compartida con el equipo de 8 al dia de haber conseguido romper un molde que parecía intocable. Un éxito de 8tv, por supuesto, pero especialmente un éxito para el periodismo que beneficia a toda la profesión en la medida que beneficia a Catalunya. Claro que ha habido que superar pruebas. Desde los recelos iniciales de los participantes convocados hasta los recursos oficiales de los excluidos dolidos y doblemente recurridos. Pero al final, se ha impuesto la razón.
La ley electoral ni impide ni condiciona el libre ejercicio del periodismo. Nos lo ha revalidado la Junta Electoral Central por dos veces. Un criterio que abre nuevas vías. Las que nos quedan por descubrir.