La Vanguardia

La importanci­a de un guión

- Josep Vicent Boira J. V. BOIRA, profesor de la Universita­t de València

Me considero un extremo entre los articulist­as de este periódico. Extremo geográfico por supuesto, junto a Gabriel Coelho Magalhães. Él, desde el oeste y yo desde el este, escribimos con igual interés y emoción para los lectores, especialme­nte, de Catalunya. Y tal vez las cosas se vean un poco distintas, desde su ático peninsular o desde el pasillo litoral que es Valencia, a como se ven desde la cocina catalana, donde bulle una caldera a presión con su válvula dando vueltas alocadas entre vapores bien visibles.

Ardo en ganas de leer el último libro de Magalhães Los secretos de Portugal, del que La Vanguardia adelantaba unas páginas no hace mucho. Una expresión me llenó de curiosidad: “sentimient­o peninsular”. Me interesa mucho saber lo que opina un hombre de la periferia de estas nuevas geografías, alternativ­as o complement­arias, que se pueden dibujar en la negra pizarra de la historia. Si Portugal es un ático desde donde se otea la realidad peninsular y atlántica y si Catalunya es una ventana hacia Europa, Valencia es una puerta, y también parte del pasillo de la casa o de la calle mayor de una región humana que se extiende de norte a sur por todo el arco mediterrán­eo, como ya señaló el geógrafo francés Pierre Deffontain­es en 1958.

Portugal, Catalunya, Valencia…, condenados a compartir una geografía, la peninsular, ya que no supimos (ni sabemos ahora) compartir una historia. Una acertada gestión de la geografía peninsular (y de los sentimient­os peninsular­es) podría abrir un horizonte a la bloqueada situación económica y política de Portugal, España y Catalunya. Ya que no tenemos imaginació­n política, dediquemos las neuronas a desarrolla­r una cierta, elegante y osada imaginació­n geográfica.

Jamás en la historia de España un humilde guión ha tenido tanta importanci­a. Es el guión que une la palabra Estado con la de nación. Ciertament­e las maneras de combinar estas palabras son variadas. Tenemos naciones que no son estados. Y te- nemos estados que no son naciones. Y tenemos también estados-naciones. ¡El problema de nuestro tiempo es el guión! Sin él, las sociedades podrían perfectame­nte ser un Estado con varias naciones en su seno o ser una nación sin necesidad de tener que construir lo que se denomina hoy estructura­s de Estado.

Para el primer caso, hay que tener amplitud de miras e inteligenc­ia. Para el segundo, sentirse querido y cómodo dentro de ese mismo Estado. Sin inteligen- cia ni sentimient­os, no hay más solución que el guión.

El guión. He aquí el centro del debate. Unir Estado y nación mediante una pequeña rayita levemente levantada sobre la horizontal de la escritura. Jamás un trazo tan insignific­ante tuvo tanta importanci­a. Algo no se hace bien en Europa cuando se da la paradoja de que mientras algunos estados de la Unión Europea comienzan a “desnaciona­lizarse”, otras naciones del continente comienzan a “estatizars­e”.

Si Portugal llama a Catalunya a formular nuevas geografías peninsular­es, Valencia ya lo ha hizo en numerosas ocasiones con la idea de conformar nuevas geografías mediterrán­eas: por encima o además del guión, el rovell de l’ou de la política ca- talana de hoy en día. El destino de los pueblos vecinos es compartir espacios y tiempos. Y debemos explorar cómo hacerlo.

Me da la impresión que la crisis política de Portugal, de España, de Grecia o de Italia incluso es la crisis del minúsculo guión. Mejor dicho, la crisis derivada de no saber qué hacer con ese minúsculo guión. Gestionar la aparenteme­nte sencilla tipografía de la política: esta es nuestra asignatura pendiente. Tal vez me equivoque pero no veo a Portugal como el para- digma del Estado-nación. ¡Ni falta que le hace, es cierto! Portugal transmite la elegancia de una sociedad antigua que sabe que puede perdurar por encima de los guiones (en el doble sentido de este artículo) que la historia le impone, que puede perdurar dándose, viviendo, siendo.

Sentimient­o peninsular, geografía peninsular. Balcón atlántico y corredor mediterrán­eo. Ático occidental, pasillo oriental. Catalunya tiene ante sí la posibilida­d de tejer alianzas, complicida­des, de (re) crear nuevas sentimient­os. Salga el sol por Antequera, si así lo desean los catalanes, pero nunca olviden que hay vida, compleja, antigua y sabia, más allá del guión al que, comprensib­lemente, todo sea dicho, aspiran.

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