La importancia de un guión
Me considero un extremo entre los articulistas de este periódico. Extremo geográfico por supuesto, junto a Gabriel Coelho Magalhães. Él, desde el oeste y yo desde el este, escribimos con igual interés y emoción para los lectores, especialmente, de Catalunya. Y tal vez las cosas se vean un poco distintas, desde su ático peninsular o desde el pasillo litoral que es Valencia, a como se ven desde la cocina catalana, donde bulle una caldera a presión con su válvula dando vueltas alocadas entre vapores bien visibles.
Ardo en ganas de leer el último libro de Magalhães Los secretos de Portugal, del que La Vanguardia adelantaba unas páginas no hace mucho. Una expresión me llenó de curiosidad: “sentimiento peninsular”. Me interesa mucho saber lo que opina un hombre de la periferia de estas nuevas geografías, alternativas o complementarias, que se pueden dibujar en la negra pizarra de la historia. Si Portugal es un ático desde donde se otea la realidad peninsular y atlántica y si Catalunya es una ventana hacia Europa, Valencia es una puerta, y también parte del pasillo de la casa o de la calle mayor de una región humana que se extiende de norte a sur por todo el arco mediterráneo, como ya señaló el geógrafo francés Pierre Deffontaines en 1958.
Portugal, Catalunya, Valencia…, condenados a compartir una geografía, la peninsular, ya que no supimos (ni sabemos ahora) compartir una historia. Una acertada gestión de la geografía peninsular (y de los sentimientos peninsulares) podría abrir un horizonte a la bloqueada situación económica y política de Portugal, España y Catalunya. Ya que no tenemos imaginación política, dediquemos las neuronas a desarrollar una cierta, elegante y osada imaginación geográfica.
Jamás en la historia de España un humilde guión ha tenido tanta importancia. Es el guión que une la palabra Estado con la de nación. Ciertamente las maneras de combinar estas palabras son variadas. Tenemos naciones que no son estados. Y te- nemos estados que no son naciones. Y tenemos también estados-naciones. ¡El problema de nuestro tiempo es el guión! Sin él, las sociedades podrían perfectamente ser un Estado con varias naciones en su seno o ser una nación sin necesidad de tener que construir lo que se denomina hoy estructuras de Estado.
Para el primer caso, hay que tener amplitud de miras e inteligencia. Para el segundo, sentirse querido y cómodo dentro de ese mismo Estado. Sin inteligen- cia ni sentimientos, no hay más solución que el guión.
El guión. He aquí el centro del debate. Unir Estado y nación mediante una pequeña rayita levemente levantada sobre la horizontal de la escritura. Jamás un trazo tan insignificante tuvo tanta importancia. Algo no se hace bien en Europa cuando se da la paradoja de que mientras algunos estados de la Unión Europea comienzan a “desnacionalizarse”, otras naciones del continente comienzan a “estatizarse”.
Si Portugal llama a Catalunya a formular nuevas geografías peninsulares, Valencia ya lo ha hizo en numerosas ocasiones con la idea de conformar nuevas geografías mediterráneas: por encima o además del guión, el rovell de l’ou de la política ca- talana de hoy en día. El destino de los pueblos vecinos es compartir espacios y tiempos. Y debemos explorar cómo hacerlo.
Me da la impresión que la crisis política de Portugal, de España, de Grecia o de Italia incluso es la crisis del minúsculo guión. Mejor dicho, la crisis derivada de no saber qué hacer con ese minúsculo guión. Gestionar la aparentemente sencilla tipografía de la política: esta es nuestra asignatura pendiente. Tal vez me equivoque pero no veo a Portugal como el para- digma del Estado-nación. ¡Ni falta que le hace, es cierto! Portugal transmite la elegancia de una sociedad antigua que sabe que puede perdurar por encima de los guiones (en el doble sentido de este artículo) que la historia le impone, que puede perdurar dándose, viviendo, siendo.
Sentimiento peninsular, geografía peninsular. Balcón atlántico y corredor mediterráneo. Ático occidental, pasillo oriental. Catalunya tiene ante sí la posibilidad de tejer alianzas, complicidades, de (re) crear nuevas sentimientos. Salga el sol por Antequera, si así lo desean los catalanes, pero nunca olviden que hay vida, compleja, antigua y sabia, más allá del guión al que, comprensiblemente, todo sea dicho, aspiran.