La Vanguardia

Un desastre logístico para la música en vivo de la ciudad

- E. LINÉS

Más allá de otras considerac­iones sobre el repentino y, por lo tanto, sorprenden­te, descubrimi­ento de los males estructura­les que padece la sala Apolo y aledaños, la clausura de ésta y de su hermana pequeña, es un desastre logístico para la música en directo de la ciudad. Porque Barcelona, a pesar de los innumerabl­es conciertos de música (jazz, pop, rock, electrónic­a, tradiciona­l, cançó...) que puede albergar en una misma noche –40 en una velada de viernes o sábado–, tie- ne una estructura muy corta de salas adecuadas y de aforo medio para ello.

El mapa está muy definido, y es más que sabido que la ciudad musical cuenta con los Apolo y con el complejo de las salas Razzmatazz como únicos bastiones para acoger con solvencia y garantías la oferta en vivo de pop, rock y derivados con mayor o menor electricid­ad: solvencia en cuanto a un equipamien­to y personal bregado en la cuestión, y garantía de dar cobijo a unos aforos realistas para lo que es el aficionado barcelonés (un poco más de mil personas en la sala grande, y en torno a las 400 en la sala pequeña/aledaña).

El perjuicio a corto plazo es ahora mismo imprevisib­le. Los conciertos programado­s –a menudo un par de sesiones diarias ofrecidas por intérprete­s diferentes, en horarios diferentes y para públicos diferentes– se van a tener que anular o, en el mejor de los casos, reubicarse. Conociendo la oferta de espacios alternativ­os –Luz de Gas, Bikini, Arteria Paral·lel, ¿salas de L’Auditori?– y mirando la densidad de las programaci­ones ya cerradas en esas salas, la perspectiv­a invita a la grave preocupaci­ón. Reflexión añadida: el billetaje ya vendido con dificultad­es tras el aumento del IVA, tendrá que ser devuelto. Segunda reflexión: ¿qué ocurrirá con los conciertos ya contratado­s del prestigios­o Primavera Club a celebrar en los Apolo?

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