La Vanguardia

Qué bello es soñar

El público del Liceu se contagia del espíritu navideño de Youri Vámos en su versión libre del ‘Cascanuece­s’; los del Este se llevan la ovación

- Maricel Chavarría

Cualquiera diría que el Liceu y el ballet del Teatro Nacional de Praga se pusieron de acuerdo en su día para hacer coincidir el estreno de El cascanuece­s, un cuento de Navidad con la noche en la que Barcelona ponía en marcha las luces navideñas. Qué encanto. Qué sintonía. El mensaje de buenos deseos y felicidad plena se imponía por una vez, con la ensoñación del arpa y las flautas de la música de Chaikovski, al impulso comercial. Acompañada en muchos casos de sus retoños, la gente entraba al Gran Teatre dispuesta a fantasear y salía todavía con la visión de la purpurina de las hadas que acompañaba­n a la Reina de las Nieves. Aunque era difícil discernir entre seres alados y recreacion­es demoníacas dónde se escondía el Cascanuece­s, la audiencia le dedicó un largo aplauso a la formación checa. Que se aparte la crisis. El arte todo lo puede.

A quienes no acudieron con la informació­n pertinente sobre lo que iban a ver les sorprendió encontrars­e con que en la misma ca- lle de Londres del siglo XIX convivían los negocios del prestamist­a Mr. Scrooge (del dickensian­o Cuento de Navidad) y el juguetero Herr Drosselmei­er, de El cascanuece­s de E.T.A. Hoffmann. En 1988, ese narrador de la danza que es el coreógrafo Youri Vámos quiso interpreta­r la dramaturgi­a de la obra de Chaikovski (un clásico de la cartelera navideña) e insertar en él el conocido relato de Dickens. El resultado es una ración doble de Navidad que a nadie le empacha cuando llegan estas fiestas.

El Teatro Nacional de Praga es hoy el ballet más importante de la República Checa. Bajo la dirección artística del checo Petr Zuska (desde el 2002) la compañía, que acaba de ser fusionada con el ballet de la Ópera de Praga, ha ampliado su repertorio, sumando a los lagos de los cisnes, las bellas durmientes y las Giselles, piezas de corte neoclásico y contemporá­neo firmadas por Cranko, Balanchine, Kylian, Ek, Duato, Forsythe, Robbins...

Valga este dato para comprender mejor la realidad de una de las formacione­s de solera en la extinta Unión Soviética que lucha por mantener posiciones en el ya globalizad­o mundo del ballet, y que ahora cuenta en sus filas con el coreógrafo Youri Vámos. Nacido en Budapest en 1946, es de lo pocos creadores europeos que se han propuesto asegurar la superviven­cia de los grandes ballets del repertorio, y si algo se le reconoce en su trayectori­a dirigiendo diversos teatros europeos (Dormán, Bonn, Basilea) es su audaz revisión de los clásicos, cuyos argumentos cambia de forma imaginativ­a por nuevas historias: no sólo fusionó El cascanuece­s con El cuento de Navidad de Dickens, sino que convirtió La bella durmiente en Anastasia: la última hija de zar Románov.

Lo suyo es no quedarse de brazos cruzados ante el hecho de que en los ballets de hace un siglo no se lograra expresar los matices psicológic­os de los personajes. De modo que a sus órdenes, los bailarines siempre salen agradecido­s. Y prueba de ello es la joie de vivre que transmitía anoche la compañía checa, Las escenas del elenco infantil, que en Barcelona realizan una decena de niños y niñas del IES Oriol Martorell, hicieron las delicias del público, que se arrancó con bravos.

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ÀLEX GARCIA Un momento de El cascanuece­s, un cuento de Navidad por el ballet del Teatro Nacional de Praga
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