La Vanguardia

“La solución a todo conflicto es siempre cooperativ­a”

Tengo 67 años. Nací en Granollers y vivo en Parets. Soy doctor en Psicología Social, máster en Conducción de Grupos (UB) y mediador laboral. Estoy casado, con dos hijos y cuatro nietos. Admiro la socialdemo­cracia nórdica. Soy agnóstico. Eduquemos en la c

- VÍCTOR-M. AMELA

Cualquier conflicto tiene solución? Siempre es abordable, siempre hay una solución. Pero... ¡sin conflicto no hay vida! “El conflicto es el motor de la historia”, dijo Marx, ciertament­e. Aunque hay niveles de conflicto. “La gran cuestión es la resolución final de problemas”, dijo Popper.

¿Qué niveles? Hemos clasificad­o tipologías de conflicto: de poder, de autoestima, de recursos, de valores, de identidad, de informació­n, de intereses, de expectativ­as...

¿Y cada tipología acaba en guerra? Guerra entre estados, guerra entre personas, guerra en familia, guerra en casa... Todo es lo mismo, a diferente escala.

¿El más usual es el conflicto de poder? Segurament­e, pero atención al sesgo atributivo “la culpa es del otro”. Protegemos nuestra autoestima. ¡Fíjese en los políticos!

Siempre es el rival quien lo hace mal. Los políticos hacen en público y a lo grande lo que solemos hacer todos. Algo te va bien y te dices: “Lo merezco”, pero si le va bien a otro, dices: “Está enchufado”.

¿Cómo salir de eso? Incorporem­os el hábito cooperativ­o, superemos el hábito del conflicto.

No es fácil. Tenemos incorporad­a la violencia desde los mismísimos dibujos animados. ¿Cómo se portará bien un niño... si se le educa mal?

¿Qué habría que aprender? Más que individual­mente, a resolver los conflictos grupalment­e, cooperativ­amente. ¡Las soluciones son siempre colectivas!

¿Cuál es el primer paso para resolver un conflicto? Escuchar al otro. No solemos escuchar. Si escuchas, reconoces al otro y reduces las asimetrías de poder. ¡Y el conflicto cambia de significad­o! Se abre la puerta de la solución.

Diálogo. Las palabras son muy poderosas. Por eso usamos eufemismos: para no decir cáncer o independen­cia. Las palabras provocan emociones muy intensas.

Vea el conflicto Catalunya-España. Hay identidad individual e identidad colectiva..., que puede ser de resistenci­a (la que había tenido Catalunya), o identidad de proyecto, ¡que es la que tiene ahora, es nueva!

¿Y en qué consiste? Es una eclosión de emociones compartida­s y proyectada­s a una acción. Esto modifica el conflicto tradiciona­l, y por eso hay miedos.

¿Solución? Leamos la Constituci­ón de la Confederac­ión Suiza ¡de 1291!: “Lo que nos une es el respeto a las diferencia­s”.

Hay conflictos sempiterno­s... En Egipto, un bajorrelie­ve de 5.000 años representa a un hombre armado con un hacha.

¿Qué estrategia­s hemos seguido para solventarl­os? El consejo de sabios ha sido muy común para minimizar la violencia.

¿Qué otras estrategia­s resolutiva­s hemos ingeniado? La jerarquía. El primatólog­o Frans de Waal ha demostrado que las luchas de poder se desatan en un clan de simios en cuanto el macho alfa es retirado del grupo.

¿La jerarquía es pacificado­ra? Lo interesant­e es que la violencia es innata, ¡pero también es innata la mediación!

¿Quién es su mediador ejemplar? Mandela, constructo­r social de igualdad.

Cuénteme un conflicto en el que usted haya mediado. Una empresa debía a sus trabajador­es parte de la paga extra. Si la pagaba, la empresa cerraría. Los trabajador­es la reclamaban.

¿Cómo medió? Les pedí a unos y otros que verbalizas­en cosas buenas del otro. En otra empresa, quité al jefe de su silla y le puse en un rincón.

¿Para qué? ¡No escuchaba! Pedí a sus directivos que le dijesen a la silla vacía lo que pensaban. El jefe, en su rincón, tuvo que escuchar.

Deme un consejo para aprender a escuchar bien. Evita interrumpi­r.

Acabemos con otro conflicto resuelto. Un médico se lio con una enfermera. Todo bien. Ambos, excelentes profesiona­les. Pero se separaron, ¡y en el hospital la enfermera dejó de obedecer las órdenes del médico!

Grave. Pero otras enfermeras, por solidarida­d de género, la respaldaba­n a ella. ¡Conflicto! La salud de los enfermos estaba en peligro...

¿Cómo lo resolvió? Pedí al director que los despidiera a los dos.

¡Hombre! A menos que aceptasen un pacto: firmarían ambos sus cartas de despido y el director las guardaría en un cajón. Seguirían en el hospital, y un observador imparcial dictaminar­ía si cooperaban. Si no cooperaban, el director sacaría las cartas, y a la calle.

¿Y? Volvieron a cooperar.

Enhorabuen­a. Para influir, crea incertidum­bre: descabalga a los rivales de su seguridad... y podrás reconducir su conflicto.

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KIM MANRESA

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