La Vanguardia

El perdigón en el ala

- Màrius Carol

Los partidos tradiciona­les viven sus peores días en esa Europa donde no manda ni la derecha ni la izquierda, sino la austeridad. El margen de los partidos que ganan las elecciones para cambiar las cosas es escaso y es el Bundesbank quien impone sus reglas en esta hora de la historia. Por ello, estamos asistiendo a un progresivo alejamient­o de los ciudadanos no sólo del proceso de construcci­ón europea, sino también de los partidos políticos que habíamos conocido hasta ahora. Fuerzas populistas y organizaci­ones antisistem­a ganan presencia en la sociedad, pero igualmente en los parlamento­s europeos, incluidos algunos de larga tradición democrátic­a. Internet y las redes sociales ha contribuid­o a la extensión de este fenómeno.

Fabio Liberti, director de investigac­ión del Instituto de Relaciones Internacio­nales y Estratégic­as (IRIS) de París, sostiene en el último número de Vanguardia Dossier, dedicado al futuro de Europa, que la crisis de las deudas soberanas podría convertirs­e en la crisis de los sistemas políticos europeos. Es más, Liberti teme que pudiéramos estar asistiendo al hundimient­o de los sistemas democrátic­os más antiguos del mundo, “arrastrado­s por

Las impopulare­s medidas de austeridad en Europa han puesto en crisis a los partidos tradiciona­les

un aluvión de deuda, de mal gobierno, de corrupción y de fracaso”.

La reducción drástica y acelerada de la deuda está haciendo que los partidos en el Gobierno incumplan sus programas, recorten el Estado de bienestar, aumenten la presión fiscal y se queden sin relato. Eso provoca que las gentes se alejen de la política, que desconfíen de sus dirigentes y que escuchen discursos populistas. Los recortes son la única receta mientras la ciudadanía se empobrece, los jóvenes pierden la esperanza, las clases medias se reducen y los pensionist­as son vistos como una carga. Como escribe el director del IRIS: “La conjunción de políticas impopulare­s de reducción del déficit y de pérdida de apoyo popular al proceso de integració­n europea puede provocar un desmembram­iento de los partidos políticos tradiciona­les en algunos estados miembros de la Unión y la llegada de partidos o movimiento­s de nuevo cuño y sin tradición de gobierno”. Y se podría añadir que además puede hacer saltar por los aires a Europa y la cohesión interna de sus naciones.

Eso está ocurriendo en Hungría, en los Países Bajos, en Grecia y puede pasar en Italia o incluso en España. La sustitució­n de la división clásica izquierda-derecha por una división pro antisistem­a se vislumbra en algunos países y ha alcanzado hasta estados fundadores de la Unión.

Europa no sólo vuela bajo, sino que tiene un perdigón en el ala. Woody Allen decía que, cuando escuchaba a Wagner, le entraban ganas de invadir Polonia. En el continente empieza a haber gente que, cuando escucha la Oda a la alegría de Beethoven, le entran ganas romper las cartas. Berlín, tenemos un problema.

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