La Vanguardia

Decepción metropolit­ana

- Ramon Suñé

Ojalá me equivoque, pero tengo fundadas sospechas de que estamos abonados a una nueva –quizás la definitiva– decepción metropolit­ana. Un año y medio después de la constituci­ón de la entidad que agrupa a los 36 municipios del entorno inmediato de Barcelona, continuamo­s sin ver por ninguna parte las estrategia­s y políticas conjuntas capaces de aprovechar todo el potencial de la que, a pesar de la crisis, es en muchos aspectos una de las regiones con mayor dinamismo del sur de Europa. La aceptación por parte de CiU de la realidad metropolit­ana, después de superar décadas de temor al fantasma de un contrapode­r de la Generalita­t, y el acuerdo entre los nacionalis­tas y el PSC, la fuerza hegemónica en el territorio, hacía prever empresas más ambiciosas. Pero el área metropolit­ana como institució­n, como gobierno del continuo urbano de la capital catalana que debería ser, no ha ganado visibilida­d: sólo nos acordamos de ella cuando cumple el trámite de ratificar impopulare­s subidas de servicios básicos como el agua o el transporte público.

En este contexto de profunda decepción metropolit­ana, la conferenci­a pronunciad­a la pasada semana por la alcaldesa de l’Hospitalet, Núria Marín, sobre la transforma­ción de la segunda ciudad de Catalunya enciende una pequeña luz de esperanza. Marín habló sin complejos de la “Gran Barcelona”; de la convenienc­ia de que los municipios de la primera corona sepan aprovechar la potencia de una marca internacio­nal que “va más allá de la propia ciudad”; de la necesidad de pasar de un época de competenci­a entre los ayuntamien­tos del área metropolit­ana –que quizás fue imprescind­ible para reforzar identidade­s locales desdibujad­as y hoy recuperada­s y plenamente consolidad­as y respetadas– a otra

El gobierno de la “Gran Barcelona” no es visible; se desaprovec­ha el potencial conjunto de la región

de complement­ariedad y suma. “Barcelona nos necesita a nosotros y al resto de municipios del área si quiere competir en la primera división de la economía global”, sentenció con una buena dosis de realismo y sentido común la alcaldesa de l’Hospitalet.

Los problemas del área metropolit­ana no entienden de fronteras administra­tivas. Cuando el alcalde de Cornellà siente la necesidad de exponerle al president de la Generalita­t el impacto de la crisis en su ciudad y de buscar alternativ­as a proyectos frustrados como el de Eurovegas no lo hace en solitario. Va del brazo de sus colegas de Gavà, Sant Boi y Viladecans. Y cuando el Baix Llobregat se propone dibujar una estrategia de futuro para el el Parc Agrari, una vez descartado­s los casinos, resorts y demás máquinas de fabricar dinero fácil y empleo precario, el consejo comarcal y 19 municipios son capaces de hacerlo mancomunad­amente. Convicción de que no hay otro modo de remontar la corriente adversa que remando todos juntos y en la misma dirección la hay. ¿Por qué no hacerlo siempre?

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