Decepción metropolitana
Ojalá me equivoque, pero tengo fundadas sospechas de que estamos abonados a una nueva –quizás la definitiva– decepción metropolitana. Un año y medio después de la constitución de la entidad que agrupa a los 36 municipios del entorno inmediato de Barcelona, continuamos sin ver por ninguna parte las estrategias y políticas conjuntas capaces de aprovechar todo el potencial de la que, a pesar de la crisis, es en muchos aspectos una de las regiones con mayor dinamismo del sur de Europa. La aceptación por parte de CiU de la realidad metropolitana, después de superar décadas de temor al fantasma de un contrapoder de la Generalitat, y el acuerdo entre los nacionalistas y el PSC, la fuerza hegemónica en el territorio, hacía prever empresas más ambiciosas. Pero el área metropolitana como institución, como gobierno del continuo urbano de la capital catalana que debería ser, no ha ganado visibilidad: sólo nos acordamos de ella cuando cumple el trámite de ratificar impopulares subidas de servicios básicos como el agua o el transporte público.
En este contexto de profunda decepción metropolitana, la conferencia pronunciada la pasada semana por la alcaldesa de l’Hospitalet, Núria Marín, sobre la transformación de la segunda ciudad de Catalunya enciende una pequeña luz de esperanza. Marín habló sin complejos de la “Gran Barcelona”; de la conveniencia de que los municipios de la primera corona sepan aprovechar la potencia de una marca internacional que “va más allá de la propia ciudad”; de la necesidad de pasar de un época de competencia entre los ayuntamientos del área metropolitana –que quizás fue imprescindible para reforzar identidades locales desdibujadas y hoy recuperadas y plenamente consolidadas y respetadas– a otra
El gobierno de la “Gran Barcelona” no es visible; se desaprovecha el potencial conjunto de la región
de complementariedad y suma. “Barcelona nos necesita a nosotros y al resto de municipios del área si quiere competir en la primera división de la economía global”, sentenció con una buena dosis de realismo y sentido común la alcaldesa de l’Hospitalet.
Los problemas del área metropolitana no entienden de fronteras administrativas. Cuando el alcalde de Cornellà siente la necesidad de exponerle al president de la Generalitat el impacto de la crisis en su ciudad y de buscar alternativas a proyectos frustrados como el de Eurovegas no lo hace en solitario. Va del brazo de sus colegas de Gavà, Sant Boi y Viladecans. Y cuando el Baix Llobregat se propone dibujar una estrategia de futuro para el el Parc Agrari, una vez descartados los casinos, resorts y demás máquinas de fabricar dinero fácil y empleo precario, el consejo comarcal y 19 municipios son capaces de hacerlo mancomunadamente. Convicción de que no hay otro modo de remontar la corriente adversa que remando todos juntos y en la misma dirección la hay. ¿Por qué no hacerlo siempre?