La excavadora
La Vanguardia publicó ayer la impactante foto de un chipriota que se había presentado ante su banco con una excavadora, y con la obvia intención de arrasar la oficina. Por suerte, al final la aparcó en la acera y la cosa no llegó a mayores, pero su excavadora es una metáfora del sentimiento que los ciudadanos de ese pequeño país sienten hacia Europa. ¿Quién no querría arrasar con todo después de la decisión de hincar el diente en sus ahorros? Es cierto que sabemos lo de las fortunas rusas, y lo de la complicidad de Chipre en el lavado de ese ingente capital, pero cuando el pastel que devoran es el de personas que tienen menos de 100.000 euros de ahorros, no hablamos de los grandes depredadores financieros, sino del pueblo llano. Es decir, aprovechando el Pisuerga de la situación, el Eurogrupo pasa el cepillo por el bolsillo de los ahorros ciudadanos, lo cual es un robo en mayúsculas. Dicen las noticias del día que dicho latrocinio se podría reducir del 6,7% previsto al 3%, como si la medida no continuara siendo un expolio, sólo que algo más moderado. Lo peor es que este minicorralito tiene dos derivadas incendiarias: el
Son muchas las voces que empiezan a pensar que ceder soberanía no implica convertirse en siervo
factor miedo que crea en los países más débiles de la eurozona, cuyas fugas de capitales empiezan a ser ingentes, y la crisis en el propio concepto de Europa que todo ello ocasiona. Incluso si ahora se parara la decisión y se diera marcha atrás, el impacto continuaría siendo letal. Porque no hay nada más fácil de inocular que el miedo.
Y el miedo puede ser el virus que acabe con la idea de Europa, una idea frágil desde sus inicios pero que había ido cuajando en el córtex colectivo. Desde hace un tiempo, sin embargo, son muchas las voces que empiezan a considerar que ceder soberanía no implica convertirse en siervo, y que la imposición de medidas drásticas sin tener en cuenta las dificultades ciudadanas es a todas luces una idea perversa. Es decir, si Europa sirve para que la Europa rica imponga restricciones que ahogan exageradamente a los ciudadanos de la otra Europa, y además haciendo negocio con ello (léase los bancos alemanes), entonces la cosa pierde su gracia. Por supuesto es cierto que hay países como España que han tirado el dinero a paletadas, que no han racionalizado sus recursos y que además están inmersos en una corrupción sistémica. Pero la responsabilidad de unos no es óbice para la voracidad de los otros, y menos si se trata de meter la mano en los ahorros de la gente.
El corralito de Chipre es un aviso para navegantes muy peligroso, cuyas consecuencias primeras deben de ser buenas para la troika, pero pueden ser pura dinamita a largo tiempo. Porque al final la bella idea de la Unión Europea se convertirá en una especie de monstruo con una cabeza que manda en el norte y un cuerpo vampirizado que sobrevive en el sur. Y será entonces cuando todos querremos tener una excavadora.