Un ejemplo
En cuanto empezó a salir un humo blanco por una vieja y primaria chimenea, toda la plaza de San Pedro del Vaticano empezó a aplaudir y las campanas de Roma y del mundo entero repicaron con alegría. No se sabía quién era el nuevo Papa, ni de dónde venía, ni de qué etnia, ni su edad, y la gente aplaudía. “Habemus Papam”. El sistema ha funcionado, los cardenales se han puesto de acuerdo, esto era suficiente para que los católicos congregados en la plaza de San Pedro expresaran su alegría.
Desde un punto de vista laico este hecho tiene mucho y singular significado. La Iglesia tiene muchos problemas; la elección del nuevo Papa ha venido después de una crisis sin precedentes en la vida de la Iglesia. Pero los cardenales han llegado a un acuerdo, rápido, de quién debía hacer frente a esta situación. Gente de procedencias muy distantes y, seguramente, con formas muy diferentes de cómo leer la realidad y de cómo hacerle frente, han hablado y se han puesto de acuerdo. Sin filtraciones, con secreto, con eficacia y solemnidad han llegado a un acuerdo y se han sometido a él. La gente de la plaza de San Pedro quizá no lo sabía, pero estaban aplaudiendo la continuidad de un sistema que descansa en la capacidad de ponerse de acuerdo. Con fe y convicciones, seguro; pero superando por el acuerdo las corrien- tes internas, las diferencias e, incluso, las enemistades.
Desde fuera algunos comentaristas denunciaban el secretismo, sin entender que lo más importante era el secreto que facilitaría el acuerdo. Muchos quedaron sorprendidos por el resultado, pero no supieron entender que lo más importante era el acuerdo, no el beneficiario del mismo. El sistema ha funcionado y la gente estaba contenta. ¿Nos imaginamos que a las ocho de la tarde
Sólo el acuerdo garantiza la estabilidad, la continuidad y el progreso; en la plaza de San Pedro lo tenían muy claro
de un día de elecciones, al cerrarse los colegios, la gente empezara a aplaudir? Ya veremos quién ha ganado, pero el pueblo ha decidido, ha hablado; ¡aplaudámoslo! ¿Nos imaginamos a los perdedores aplaudiendo al ganador? La gente lo agradecería; el acuerdo se valora más de lo que muchos creen. Pero, en todo caso, sólo el acuerdo garantiza la estabilidad, la continuidad y el progreso. Por lo que se ve, en la plaza de San Pedro esto lo tenían muy claro. ¿Tan difícil es ponerse de acuerdo?