Un ‘cartonero’ entre presidentes
Francisco invitó a Roma a Sergio Sánchez, que recoge cartones en Buenos Aires
La Santa Sede ha insistido mucho estos días en que nunca cursa invitaciones oficiales para acontecimientos como el de ayer. Se limita a informar, por los cauces diplomáticos, y quien quiere asistir es bienvenido. Se trata de una hábil fórmula para evitar situaciones embarazosas y no tener que justificarse por huéspedes poco gratos como el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, quien no faltó a la cita y alargó el saludo al Papa todo lo que pudo.
Jorge Mario Bergoglio sí decidió invitar a unas pocas personas. Su elección muestra cuáles son sus prioridades y su filosofía de vida. Entre esos huéspedes estaba su amigo Sergio Sánchez, un cartonero de Buenos Aires que se dedica a buscar material para reciclar en
El humilde amigo del Papa levantó sospechas al llegar a Roma; pensaban que llevaba droga
las calles de la ciudad. Sánchez, representante del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), iba vestido con su traje de faena y ocupó un lugar de privilegio durante la ceremonia, más cerca del Papa que muchos jefes de Estado, príncipes y jefes de gobierno.
También acudieron a Roma otras dos personas muy queridas por el Pontífice: José María del Corral, director de un programa educativo popular en Buenos Aires, promovido por el arzobispado, y la monja Ana Rosa Sivori, de las Hijas de María Auxiliadora, familiar del Papa, que lleva 46 años de misionera en Tailandia.
Según relató Sánchez a L’Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, conoció al hoy obispo de Roma hace cinco años, durante la lucha por los derechos laborales de los trabajadores del estrato más bajo. “El único que estaba a nuestro lado era el padre Bergoglio –dijo Sánchez–. También él luchaba contra las diversas formas de esclavitud a que eran sometidos los trabajadores, contra la trata de seres humanos usados como máquinas de producción”. A partir de entonces se estableció una relación muy estrecha entre Bergoglio y los cartoneros.
Por mediación del arzobispado de Buenos Aires, Sánchez pudo viajar a Roma en la comitiva oficial. Pero al llegar al aeropuerto de Fiumicino, el cartonero tuvo problemas en la aduana. Por su aspecto y porque no llevaba dinero, la policía italiana sospechó que podía llevar droga y lo sometieron a controles humillantes, según denunció el abogado del MTE, Juan Grabois, a varios medios argentinos. “Hasta lo sometieron a una placa de tórax para ver si tenía droga –dijo Grabois–. Todo, porque no llevaba plata”.
Pese al episodio de la llegada, Sánchez se mostró feliz. Explicó a una emisora argentina que, por su atuendo, “todo el mundo me miraba sin entender qué hacía al lado de Bergoglio”. Y agregó: “Tuvimos el gran honor de que nos saludara primero a nosotros que a los mandatarios. Estuvimos con él en privado, allí me dio un beso y nos dijo que tengamos fe que íbamos a seguir adelante”.