Adiós obispo, hola Papa
Vigilia en la plaza de Mayo de Buenos Aires esperando la asunción de Francisco
Dialoguen”. La palabra retumbó en la plaza de Mayo. Aplausos con reminiscencias políticas argentinas. Otro gesto inédito. El Papa hablaba a su rebaño porteño por teléfono. El reloj de las pantallas gigantes frente a la catedral de Buenos Aires marcaba las 3:30 de la madrugada (hora local) y la alocución en directo de Francisco fue el momento más emocionante de la vigilia. Miles de fieles se congregaron allí ayer para seguir su asunción.
A esa hora el ambiente pacífico y festivo era total. La policía toleraba por una vez a los vendedores ambulantes que ofrecían todo tipo de merchandising papal. De los 10 pesos (1,5 euros) de insignias y postales, hasta las banderas vaticanas a 70 pesos (10 euros). Las camisetas, a 50, y en una el Pontífice sostiene un banderín de su club: “El Papa es argentino y de San Lorenzo”.
Una chica pasa con una bandera argentina con la inscripción: “Dios es argentino y el Papa también”. En la puerta de la catedral, Ana y Héctor, matrimonio católico, se mantienen al margen de los vendedores organizados de souvenirs. Rozan los sesenta y ofrecen imanes artesanales con la efigie de Bergoglio a 10 pesos, Ambos tienen incapacidad parcial. A Ana le extirparon medio pulmón, como a Francisco. “Primero me sentía como que Jesús me echaba del templo por comerciar con el Papa, pero luego dije: ‘no, lo necesitamos’”, dice Ana.
En el centro del espacio más reivindicativo de Argentina, sobre los pañuelos pintados de las Madres de la plaza de Mayo, hay una capilla móvil –“carpa misio- nera católica”, reza un cartel– donde el padre Gustavo anuncia bautizos express. “¿Todos los padrinos y madrinas están bautizados?”, pregunta el joven cura. “Es el único requisito”, aclara micrófono en mano. Quien acaba impartiendo el sacramento es el diácono Matías, que bautiza a tres niños y una señora. Junto a al templo precario, nueve seminaristas imparten la bendición, sosteniendo un vasito de plástico con el agua bendita ante la mirada de San Expedito. Al lado, un sacerdote también bendice, pero frente a la Virgen de Guadalupe, patrona de las Américas.
Al filo de la medianoche, sobre el escenario ha actuado Axel, cantante local que con su éxito Celebra la vida ha logrado levantar la moral ante la larga y fresca noche que se avecina. Tras Axel, el presentador apela a las redes sociales. “Hay que mantener el hashtag #Veni Asume Francisco has--
ta las cinco y media”, exclama. Por las pantallas se repite, entre aplausos, el primer mensaje de Francisco en Roma. “Despedimos al obispo y recibimos al Papa”, dice en la pancarta oficial.
Por la mañana, mientras el Papa cumple con el besamanos de mandatarios en el Vaticano, las ovejas porteñas se desconcentran y mezclan con los empleados que llegan a las oficinas del centro. Algunos vendedores se resisten. Como la joven Soledad, que tiene insignias y postales a 10 pesos. A su lado, el cochecito de Yasmina, su bebé de cuatro meses, que ha aguantado toda la noche tapada con mantas. Soledad nunca vio a Bergoglio, pero como todos los argentinos y buena parte del mundo siente esperanza.
Ya hace rato que ha abierto el quiosco de Daniel, que el lunes recibió una de las sorprendentes llamadas de Francisco. El Papa le pidió que no le lleve más el diario.