Huelga de hambre en Flix por Ercros
El alcalde y los ediles se encierran en el ayuntamiento en un intento por frenar el desmantelamiento químico
“Un pueblo en lucha”, advierte una pancarta en la entrada de Flix (Ribera d’Ebre), elaborada por los propios alumnos de las escuelas. Flix no es un pueblo cualquiera. Aquí nada se entiende ni se explica sin “la fábrica”, como llaman los poco más de 4.000 vecinos a la planta química de Ercros, instalada junto al río Ebro desde finales del siglo XIX. El plazo de un mes para negociar el expediente de regulación de empleo (ERE) presentado por la dirección expira este viernes. Si la compañía llega a cumplir a rajatabla con el ERE, “la fábrica” quedará desmantelada. El Ayuntamiento en pleno, gobierno (PSC y ERC) y oposición (CiU), está encerrado en el edificio consistorial desde ayer por la tarde. Hasta que comité de empresa y dirección de Ercros no se levanten de la mesa negociadora, los diez concejales y el alcalde no se moverán ni ingerirán alimento alguno.
La huelga de hambre se ha convertido en la última medida de presión organizada desde el Ayuntamiento, altavoz de la indignación y el malestar de vecinos y empleados, que en el caso de Flix y Ercros es casi lo mismo. El presidente de Ercros, Antoni Zabalza, habló ayer de “interferencias” y pidió que se deje negociar a comité de empresa y dirección, comentario que acabó de encender los ánimos en el pueblo.
“La empresa sigue enrocada, quedan tres días y haremos toda la presión posible y necesaria”, responde Marc Mur (PSC), alcalde de Flix. Equipados con sacos de dormir y algo de trabajo atrasado se instalaron anoche todos los ediles. La experiencia no es nueva, pues diez días atrás se encerraron en la sala de plenos has- ta que Ercros cedió y rebajó el número de despidos planteados inicialmente.
“Esperemos que con esta huelga de hambre se vea que vamos en serio”, destaca la concejal Rita Costa (PSC). “Nunca me había encontrado en una situación como esta, algunos vecinos nos han dicho que no lo hiciésemos, que no llegásemos a este extremo, pero es nuestra responsabilidad”. “Pasaremos hambre, pero tenemos ganas de luchar por el futuro de Flix”, explica Raül Sabaté (ERC), concejal de Medio Ambiente y Deportes.
Los vecinos aplauden la movilización de sus representantes públicos. La pasividad se hubiera castigado. “Todo el mundo tiene claro en Flix quiénes son los bue- nos y los malos. Los 4.000 vecinos se están moviendo como si fuesen uno”, destaca satisfecho el alcalde. “Nos hemos unido con independencia de los colores políticos para luchar por el pueblo”, explica Sergi Fernández (CiU), edil en la oposición.
En la plaza, frente al Ayuntamiento, algunos vecinos han pasado la noche en tiendas de campaña. Muchos otros irán pasando por las dependencias municipales, como muestra de apoyo. “Es una empresa particular, la relación entre el pueblo y la fábrica es una, todo está interrelacionado. Si aquí no hay trabajo, muchas tiendas cerrarán y los jóvenes se irán, es un problema social”, advierte Francesc Xavier Garcia, presidente del comité de empresa. Flix ha alcanzado un nivel de vida inusual en un municipio de la Ribera d’Ebre, comarca eminentemente rural, con excepciones como la de la vecina Ascó, con su central nuclear.
Para dormir los ediles tenían previsto repartirse por las tres plantas del edificio, entre sofás, butacas, sillas o el suelo. “Tenemos ciertas incógnitas, ¿quieres decir que no será muy duro? Pero aguantaremos, estamos convencidos de que es una causa justa”, apostilla el alcalde.
Pase lo que pase ahora, en el 2018 Ercros deberá poner fin a sus actividades industriales en Flix, junto al río Ebro, pues la Unión Europea prohibirá entonces la producción con cloro por razones medioambientales.