La Vanguardia

Infiernos de terciopelo

Lita Cabellut trae por primera vez su obra a España y muestra en la Fundació Vila Casas los 33 rostros de su ‘Trilogía de la duda’

- ANA PÉREZ MARTÍN Barcelona

Lita Cabellut busca el alma humana y sus pinceladas la encuentran. La artista, gitana de origen barcelonés y vida internacio­nal, trae su obra por primera vez a España después de haber expuesto en galerías y museos de todo el mundo. “Esta exposición es muy especial”, cuenta Cabellut, “es como tener una cesta de manzanas y decir: mira, las he recogido por el mundo y las reparto en casa”. La Fundació Vila Casas acoge hasta el 21 de julio La trilogía de la duda, una colección de 33 rostros que hablan de la dualidad y la relativida­d de la vida, del poder, el miedo, la ignorancia y la injusticia, la lágrima y también la risa con el marcado trasfondo social que se puede esperar de una artista que está en contacto constante con la realidad que la rodea.

“Sin duda no tenemos inteligenc­ia”, dice Lita Cabellut. El cuestionam­iento a lo establecid­o aparece desde el inicio de la muestra, con el tríptico de grandes dimensione­s que la inaugura: tres cuadros revelan cómo el poder –económico, religioso, político– que amenaza la individual­idad y la ignorancia, que adormece las conciencia­s, llevan a la injusticia. El tríptico revela también tres de las grandes influencia­s de la artista: la primera tela, Poder, recuerda al Inocencio X de Velázquez, Ignorancia a los grabados de las pinturas negras de Goya e Injusticia a El Bosco.

Del sufrimient­o causado por los abusos del poder y el sometimien­to a la ignorancia que se muestra en la primera sala, a los payasos, dedicados al oficio de hacer reír y que parecen tener la nariz roja de llorar. Las pinturas cir- censes, bajo la denominaci­ón de Trilogía de lágrimas y sonrisas nos recuerdan también que “la vida es un gran circo en el que todos somos payasos, papas y acusados”. Cabellut dice enseñar el lado oscuro en sus pinturas con la intención de que logremos “aceptar que la crueldad es parte de nosotros” y, a su vez, para liberarse del sentimient­o de juicio: “No somos Dios, no tenemos poder de juzgar nada, sólo podemos aceptar”.

Nacida en Barcelona, la artista de origen gitano ha expuesto en galerías y museos de todo el mundo

El dolor, la injusticia y la oscuridad de los retratos de Cabellut conviven con la belleza del realismo de los rostros enaltecida por la cuidada técnica de la artista. Como conviven la vida y la muerte en la segunda planta de la exposi- ción –situada irónicamen­te en el sótano–. En las primeras pinturas aparece una mujer que lleva puesto un sombrero “para proteger la ética”, lo único con lo que nacemos y que se puede pervertir al entrar en contacto con la sociedad. La muerte espera al otro lado de la sala y lleva falda “igual que es una mujer la que nos trae al mundo, también es quien nos viene a buscar”. Al final vuelve a aparecer el eclesiásti­co para recordar la presencia de la religión también al final de la vida, que “nos ofrece un mundo después de la muerte”.

La exposición “al principio es dura pero después es dual, como la vida, tiene terciopelo” resume Lita Cabellut y su afirmación parece autobiográ­fica. Cabellut ha regresado a Barcelona y reconoce que le encanta la ciudad pero que encierra “unos recuerdos muy claroscuro­s”. La artista, huérfana desde pequeña, creció en las calles del Raval, “un ambiente bruto, oscuro, húmedo”, recuerda. A los doce años fue adoptada y tuvo la oportunida­d de ir al museo del Prado: “Fue para mí como entrar en un mundo que estaba anulado, imagínate tener la oportunida­d de ver belleza”. Ante los cuadros del Prado decidió que sería artista y a los 19 marchó a la Academia de Bellas Artes de Amsterdam.

En Holanda estableció su residencia, aunque no ha parado de viajar, y allí pinta ahora con una perseveran­cia que trata de imitar al maestro Lucian Freud y una capacidad para adentrarse en el dolor humano que toma de Bacon “es él quien tiene las llaves de las cárceles humanas”. La exposición, desprende la frescura y la pasión de una gitana orgullosa de sus raíces y la fortaleza para bajar a los infiernos de alguien que los ha experiment­ado y continúa viendo la vida como un regalo.

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FUNDACIÓ VILA CASAS Poder, que forma parte de un tríptico de grandes dimensione­s

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