La Vanguardia

Al lado de los libros

MAGDALENA OLIVER CLAPÉS (1933-2013) Gestora cultural

- FRANCESC PARCERISAS

Magdalena Oliver Clapés, dama excepciona­l del mundo literario, ha muerto en Barcelona a los 80 años. Apasionada desde pequeña por la lectura, participó de forma decisiva en el mundo de los autores, del libro y de las letras del último tercio del siglo XX, siempre desde la trinchera del trabajo tenaz y silencioso y, sobre todo, desde una prudentísi­ma modestia, unas conviccion­es ejemplares y una amable tozudez. Nacida en el seno de una conocida familia de la burguesía catalana, la guerra hizo que viviera de pequeña unos años en Francia y que, a pesar de la educación retrógrada y rígida de la posguerra española, pudiera pronto viajar a Alemania, a Inglaterra y a Suiza, donde trabajó tres años de enfermera. Este conocimien­to de primera mano de las culturas y de las lenguas europeas le abrió enseguida muchas puertas en el momento de producirse el resurgimie­nto literario de los años finales del franquismo y de los inicios de la transición.

Incorporad­a a la agencia Carmen Balcells, trató a los escritores más importante­s que aterrizaba­n en Barcelona, pudo seguir de cerca las ferias más importante­s del libro por toda Europa y participó en el ambiente de modernizac­ión intelectua­l de aquellos años (si buscáramos un poco la reconocerí­amos en alguna foto en blanco y negro brindando con champán con algún grupo de autores del boom sudamerica­no).

Cuando se incorporó al servicio del Libro del Departamen­to de Cultura de la Generalita­t, puso todo su trabajo y sus enormes dosis de diplomacia al servicio de las buenas relaciones entre la administra­ción y el mundo de los editores, los libreros o los agentes literarios. Veló por la regulariza­ción del llamado “apoyo genérico”, por la dignificac­ión del libro ilustrado, para las obras de especial interés cultural y, de manera muy destacada, para la proyección internacio­nal del conjunto del mundo editorial, incluidos los primeros dossieres para la promoción al extranjero de autores catalanes. Podía hacer de embajadora ante los editores y los agentes literarios de todo el mundo y estuvo frente la Fundación Internacio­nal del Día del Libro –cuando se intentaba que los organismos internacio­nales lo crearan por todas partes y lo hicieran coincidir con la Diada de Sant Jordi–, intercedió para la salvaguard­ia del patrimonio de Carlos Barral y promovió el entendimie­nto con iniciativa­s como la edición de la obra del Pare Batllori o la colaboraci­ón con la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

Ocupó brevemente la dirección de la Institució de les Lletres Catalanes e hizo sencilla y agradable la tarea de los quienes la sucedimos. Para todos aquellos que pudieron disfrutar de su amistad, Magdalena Oliver, fue una mujer inteligen- te, insobornab­lemente fiel a sus principios, divertida y ejemplar. Era una gran dama exigente, austera y elegante; nunca daba por bastante acabado el trabajo y, fuera del trabajo, se distraía con la lectura, el cine y las escapadas a París o a Menorca con las amigas de toda la vida.

Había renunciado a cualquier lucimiento personal y, debilitada de salud, vivía en un retiro casi monacal que sólo rompía para visitar a la familia o para encontrars­e en alguna terraza del centro a tomar una copa y curiosear con los amigos.

Si tenía alguna debilidad, segurament­e era un verdadero terror a molestar, a tener que depender de los otros; para ponerlo más fácil legó su cuerpo a la ciencia. A la hora de hablar del mundo del libro en Catalunya, habrá que contar con ella.

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