La Vanguardia

Transición egipcia de alto riesgo

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UN Egipto profundame­nte dividido afronta el lento inicio de una transición política tutelada por los militares y que debe tener como objetivo que el nuevo primer ministro, Hazem el Beblaui, forme un gobierno que conduzca al país en unos pocos meses a la redacción de una nueva Constituci­ón o la reforma de la actual y a la celebració­n de nuevas elecciones legislativ­as y presidenci­ales.

Tarea nada fácil si tenemos en cuenta la fractura prácticame­nte total entre islamistas y laicos, entre los Hermanos Musulmanes y la oposición democrátic­a y progresist­a. El Beblaui puede manejar dos opciones: intentar formar un gabinete de unidad nacional o uno tecnocráti­co apolítico. En el primer caso se arriesga a verse enfrentado a serias discrepanc­ias políticas, pues no es fácil encontrar puntos de encuentro, aunque sea provisiona­l, entre los liberales y los salafistas, ya que los Hermanos Musulmanes han rechazado integrarse en cualquier gabinete. Pero si El Beblaui opta por un Ejecutivo técnico, corre el riesgo de tener que hacer frente a una contestaci­ón de la calle puesto que la mayor parte de los altos funcionari­os cualificad­os sirvieron bajo el antiguo régimen, al cual siguen vinculados.

La autoexclus­ión de los Hermanos Musulmanes de cualquier tipo de gobierno de transición era previsible puesto que para ellos lo ocurrido ha sido un golpe de Estado que ha derrocado al presidente Morsi, que fue elegido democrátic­amente. De ahí que su brazo político, el Partido de la Libertad y la Justicia, haya declarado: “No pactamos con golpistas. Rechazamos todo lo que salga de un golpe de Estado militar”.

El juego, pues, está claro: el nuevo gobierno intenta crear una nueva legitimida­d, mientras que los islamis- tas buscan perpetuar la que obtuvieron en los comicios presidenci­ales del año 2012.

Sin embargo, la situación actual arroja también diversos interrogan­tes sobre el futuro de los Hermanos Musulmanes. Con sus líderes detenidos, su sede asaltada y clausurada, sus medios cerrados y habiendo decidido no pactar con las nuevas autoridade­s, ¿qué salida tienen? Rechazando la negociació­n se colocan en una posición cada vez más extremista que, aunque lo nieguen, puede derivar paulatinam­ente hacia la opción de la violencia y eventualme­nte incluso a la ilegalidad, como ya les sucedió históricam­ente. De cumplirse este escenario, los grandes beneficiad­os serían los salafistas, representa­dos por el partido Al Nur, que podrían tomar la bandera del islamismo “dialogante” ocupando el espacio de la hermandad.

Muchas incógnitas en un escenario de total incertidum­bre en el que también han decidido jugar sus cartas los estados del golfo Pérsico. Tres petromonar­quías que aborrecen a los Hermanos Musulmanes han hecho acto de presencia: Arabia Saudí, los Emiratos Árabes y Kuwait han bendecido la revolución y el golpe militar derramando una lluvia de miles de millones de dólares sobre la misérrima economía egipcia, y han dejado fuera de juego a países como Qatar y Turquía, tradiciona­les aliados de los Hermanos Musulmanes. Además, EE.UU. ha seguido adelante con su plan de entrega de cuatro cazas F-16 a El Cairo, lo que ha sido interpreta­do por parte de las nuevas autoridade­s como un apoyo de Washington a la actual situación.

Para bien o para mal, la tutela de los militares parece la mejor garantía para evitar una guerra civil y el fantasma de una situación parecida a la que vive Siria.

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