La Vanguardia

Los descreídos

- Quim Monzó

Los hay que, a la mínima, certifican que, en el mundo actual, los ateos tienen la sartén por el mango y hacen lo que quieren. La ofensiva de la derecha española para reintroduc­ir la religión en las aulas demuestra que las cosas son diferentes. En otros estados europeos donde el islamismo se ha hecho fuerte, la situación es más dura. El sábado pasado se creó en París un Consejo de Exmusulman­es de Francia. La noticia aparece en la prensa de aquel país: “Antiguos musulmanes que rompieron con el islam lanzan este sábado en París un Consejo de Exmusulman­es de Francia para exigir el derecho de declararse públicamen­te ateos y criticar su religión de origen. ‘Somos un grupo de ateos que, por eso, afrontamos amenazas y restriccio­nes en nuestras vidas personales. Muchos de nosotros hemos sido detenidos por blasfemia’, explican los fundadores en un llamamient­o. Reclaman ‘libertad de crítica a las religiones’, así como ‘la libertad de ateísmo’”. Hay asociacion­es similares en Alemania y Gran Bretaña. Los que siempre salen a defender el islam dicen que, en realidad, es una religión muy sensata y que los fundamenta­listas son minoría. Seguro que es muy sensata, pero los diarios que hablan de la creación de ese consejo explican que el islam no permite la apostasía y que la situación llega al extremo en Arabia Saudí y en Irán, donde apostatar

Que nadie piense que esa discrimina­ción contra los ateos es sólo cosa de los islamistas

puede comportar la pena de muerte.

Que nadie piense que esa discrimina­ción contra los ateos es sólo cosa de los islamistas. Hace unas semanas, una ciudadana británica que lleva treinta años en Estados Unidos inició los trámites para conseguir la nacionalid­ad estadounid­ense. Todo fue bien hasta que topó con una cláusula que obliga a decir que estás dispuesto a coger las armas para defender a tu nuevo país. La señora, Margaret Doughty, dijo que sus conviccion­es morales no le permiten matar. El Servicio de Nacionalid­ad e Inmigració­n americano ha estudiado el caso y ha dicho que de acuerdo, pero que tiene que demostrar que es “miembro activa” de una confesión religiosa que, en sus principios, se oponga a las armas. Pero sucede que Doughty es atea y, por lo tanto, no pertenece a ninguna confesión religiosa. A sus conviccion­es morales contra las armas ha llegado solita, por reflexión, no porque se lo haya dicho ninguna Iglesia. En consecuenc­ia, le negaron la ciudadanía. Las protestas que esa negativa ha desencaden­ado –y la intervenci­ón decisiva de un congresist­a republican­o– han hecho que las autoridade­s hayan tenido que bajar del burro. Pero el caso deja claro que las autoridade­s de muchos países occidental­es mantienen en su subconscie­nte la idea de que fuera de las religiones no hay gente moralmente equilibrad­a. Lo de la señora Doughty ha pasado en Estados Unidos. En Arabia Saudí no la habrían ni siquiera matado porque, en tanto que mujer, no habría tenido derecho a iniciar ningún tipo de trámite, ya que allí una mujer es un simple cero a la izquierda.

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