“¿Qué hago?”
Qué hago, me voy o me quedo en casa? Si salgo, procuraré ir cerca de un CAP, de un hospital, de una clínica, de… Esto del verano es una complicación, el año pasado con aquello de la fimosis lo pasé fatal, los calores, la tirantez de las grapas, aquellas erecciones intempestivas… ¡y el cirujano de vacaciones! ¿Qué pongo en el botiquín? ¿Quién me hará las recetas que pueda necesitar? Los resfriados estivales son traicioneros, pueden acabar en neumonías, bronquitis o sinusitis infecciosas. Sin receta ya no te venden ni antibióticos. ¿Y si me quedo? Puede ser peor, el neurólogo en Arbúcies, el gerontólogo que también es mi cabecera se va a pescar al río. Al cardiólogo, que es un señor, me da apuro darle la brasa, pero eso del tictac… El traumatólogo –en vacaciones se corren riesgos de golpes y fracturas– deja una sustituta que no sé…, igual es muy eficiente, pero la confianza hace mucho. Y el dermatólogo seguro que se ha montado un congreso de esos que se aprovechan para hacer turismo con la familia, o sea: tampoco estará. ¿Y si me pica algo o aparece alguna dermatitis? Además, si es el caso –cruzo los dedos–, en las urgencias a uno no le escuchan. ¿Y si no les caigo bien? ¿Los sustitutos me dirán la verdad o esperarán a los titulares? ¿Me harán las pruebas necesarias? ¿Estarán a tiempo? No conocen mis antecedentes. Hace unos días que me noto unos pinchazos en la parte baja del abdomen, ¿se me habrá reproducido la hernia? Y, ¡uf!, la espalda: un dolor alterno, ¿será la cuarta vértebra o una ma- la posición? En verano las gastroenteritis son frecuentes, seguro que, si me dan, me recetan dieta blanda y líquidos, ¿y si es otra cosa? He oído que hay síntomas que ocultan otros más graves… El hígado está debajo de las costillas, ¿no? Pues, justo ahí, noto una molestia. Mejor me quedo. Pero aquí todo el mundo se va, y ¡ala!, a correr riesgos de infecciones, exponerse a contagios, y a virus nuevos… ¡Como si no hubiera postales, o el National Geographic, o los documentales de La 2!”.
Así, más o menos, es el soliloquio de un hipocondriaco solvente en periodo vacacional. Es el enfermo que desearía controlar al médico en su diagnóstico. Que no vaya demasiado lejos pero que se lo tome en serio. El hipocondriaco intuye, estudia y lleva previsto un pronóstico. “Bueno, sí, muy bien, pero… ¿qué hago?”.