La Vanguardia

Teatro contra el absurdo

El Théâtre de la Ville de París llega al Grec con ‘Rinoceront’, de Ionesco

- JUSTO BARRANCO

Un pueblo donde todos los habitantes, uno tras otro, se convierten en rinoceront­es. Excepto uno, que se resiste. Una obra divertida y terrible, una mezcla de los hermanos Marx, Buster Keaton... y Kafka. Se trata de Rinoceront, una pieza teatral, una fábula, una metáfora, que habla de la uniformiza­ción de las sociedades y que Eugène Ionesco escribió al contemplar el contagio progresivo del fascismo entre la población de su Rumanía natal en los años treinta. Pero que sigue resonando hoy con una fuerza inusita- da aunque nos cueste reconocer nuestra incapacida­d para resistirno­s y aunque el enemigo sea menos evidente e incluso aunque la bestia pueda ser uno mismo, dice Emmanuel Demarcy-Mota (Neuilly-sur-Seine, 1970), director del Théâtre de la Ville de París y de Rinoceront, que desde esta noche y hasta el domingo desembarca­n en el Lliure de Montjuïc en el marco del Grec.

Y sabe de lo que habla: Demarcy-Mota montó por primera vez Rinoceront en el 2004 en el Théâtre de la Ville cuando aún no lo dirigía. Y con los mismos actores encaró luego una obra de Brecht, Un hombre es un hombre, y otra de Ödön von Horváth, Casimir y Caroline. Y todas, dice, giraban en torno al mismo tema: la metamorfos­is, la transforma­ción del hombre en animal inquietant­e, en bestia, con los acontecimi­entos del atormentad­o siglo XX. “Hablan de la relación del hombre con un mundo violento, terrible, que puede aplastar la humanidad”, subraya. Así que tras lo que le aportaron Brecht y Horváth, quiso volver a enfrentars­e al rinoceront­e en el 2011 con los mismos actores, aunque no necesariam­ente haciendo los mismos papeles. Y ha logrado con esta

“La obra es divertida y terrible, une a Buster Keaton, los hermanos Marx y Kafka”, dice el director

nueva versión, reconstrui­da, dice, a partir de una experienci­a colectiva con los intérprete­s y en la que añade un prólogo sobre la soledad extraído de la única novela de Ionesco, Le solitaire, un éxito que ha dado la vuelta al mundo.

“Es un espectácul­o con toda la fuerza de Ionesco, con mucha invención del lenguaje y un carácter divertido y terrible a la vez”, dice Demarcy-Mota. Y explica que la imagen del rinoceront­e que le da título tiene un origen curioso: “Se iba a titular Mouton féroce, cordero feroz, como esos corderos que están todos juntos y de repente pueden empezar a ser violentos, pero el autor entendió que tenía que ir a un animal mucho más arcaico, y encontró el rinoceront­e, que fascina al niño porque le parece prehistóri­co. Y además el rinoceront­e es casi ciego, es peligroso porque ve mal”. Una metáfora redonda.

Y en rinoceront­es se van convirtien­do las personas del pueblo de la obra, tanto por la atracción que sienten por el poder como por la soledad y el miedo a la existencia: el individuo se siente solo frente a su destino y es más fácil agruparse y actuar como los otros que resistir y aceptar la soledad. Aun así, explica, el protagonis­ta querría ser como los otros pero no puede. “Es un antihéroe, no tiene nada de heroico y eso nos hace reflexiona­r”, dice. Y pregunta: “¿Qué es el poeta? Es el que en el teatro de Ionesco o Beckett dice que no hay que fiarse de lo que es evidente, ve que los hombres repiten las mismas ideas y hay que desmontar el lenguaje corrompido y reinventar­lo o la vida es absurda”. Eso sí, aunque se englobe a Ionesco y Beckett en el llamado teatro del absurdo, aclara que “la palabra no me gusta. Ellos decían que la vida es más absurda que su teatro”.

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LOUIS FERNÁNDEZ Una escena de Rinoceront, a partir de hoy en el Lliure de Montjuïc

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