Fiesta y festival
En Peralada el espectador se siente parte de un espacio y un tiempo privilegiados. Todo denota ambiente festivo. Son muy pocos los eventos de este carácter que concentran tanto su actividad y en que los polos necesarios de la manifestación cultural, el emisor y el receptor se sienten protagonistas. Y un continente tan singular merece un contenido que le haga justicia. La última década la programación del Festival ha estado en manos sucesivamente de tres directores que han trazado perfiles diferenciados, y los dos sucesores de Luis Polanco coinciden en recordar a aquel buscador de tesoros, cada año con una propuesta de excepción; no podría ser de otra manera. La búsqueda, la ilusión, es lo que hay detrás de cada edición y lo que sin duda alienta la actual con un equipo profesional comprometido y rodado durante años. Claro está dos centenarios tan rimbombantes –Verdi y Wagner– vienen de perlas al actual director, Oriol Aguilà, para potenciar el perfil lírico, con sensibilidad también para conmemorar a Britten en un programa de los últimos días a cargo del tenor David Alegret que nos acerca el mundo sensible del gran británico.
El aficionado a la lírica está de fiesta: dos recitales de figuras jóvenes (Meade y Beczala) dominados por arias de ópera, y para que no se quede solo en arias, dos propuestas operísticas completas: la muy poco conocida Das Liebesverbot de Wagner, producción del Festi- val con la Orquestra de Cadaqués y solistas de prestigio como Martínez Castignani o Àlex Sanmartí, entre otros, y otra orquesta local, la OBC, asume la Norma de Bellini, el día 6, con Radvanovsky (en función previa a su debut en el Metropolitan) y Gubanova, en los roles femeninos, y Josep Bros como Pollione, en el celebrado marco escénico de Susana Gómez.
En versiones de concierto, la batuta de Guérguiyev y el Mariinski en un imponente programa Wagner ( Walkiria y Tristán) con la soprano Westbroek, la misma que con Josep Pons canta el Réquiem de Verdi en la sesión inaugural; todo un compromiso en la intensa labor de Pons al frente de la Orquestra del Liceu, con destacados solistas y coro de la entidad. Dos conciertos estelares a los que no les hace falta escena. Pero hay más, y sugerente: el compositor García Demestres estrena su ópera Wow! cuyas ‘w’ corresponden a Walt Whitman y Oscar Wilde en quienes se inspira. Recomendaría a quienes acudan que escuchen antes el Diario de un compositor de Demestres, para ir preparando ambiente poético. Qué más a resaltar: por ejemplo Paco de Lucía, que está ya en esas dimensiones serratianas, ah, y sobre todo el ballet. Los muy famosos de Montecarlo con Jean-Christophe Maillot hacen su versión-revisión de El lago de los cisnes con música de Chaikovski y artilugio de Bertrand Maillot, inquietante, ya veremos, y completan el desembarco ruso en Peralada las grandes estrellas del Bolshoi-Mariinski, esta vez unidas, y Corella invitado especial. Parece que promete.