La Vanguardia

Fronteras de la discapacid­ad

La concejalía de Ángela Bachiller cuestiona los límites de los Down

- ANA MACPHERSON JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona E

l acceso a la concejalía de Valladolid de Ángela Bachiller, la joven administra­tiva de 30 años con síndrome de Down, ha reabierto el debate sobre los límites de las personas discapacit­adas. Es la primera persona con este síndrome que accede a un cargo público en España y aunque no tendrá responsabi­lidad ejecutiva sobre una área concreta, su partido, el PP, ya ha anunciado que le representa­rá en el Consejo Mundial de la Discapacid­ad.

El gerente de Down España, Agustín Matia, fue el primero en señalar que se trata de “una noticia muy positiva, que acerca la política a los parámetros de inclusión e igualdad”, pero todavía

ACCESO A LAPOLÍTICA No se discute la representa­tividad, sino su capacidad ejecutiva sobre áreas concretas VOZ PROPIA Participar en política facilita a los discapacit­ados luchar por sus intereses

“hay muchas fronteras y mitos que derribar, en sus logros personales, en la percepción de su calidad de vida, en el reconocimi­ento de sus derechos al ocio, a la sexualidad, al trabajo, a la vida independie­nte...”. Y señala que “es paradójico que el reconocimi­ento de Ángela suceda cuando hay jóvenes de la misma edad y mismas condicione­s que no tienen derecho al voto”. Se calcula que en España hay unas 80.000 personas a las que el juez ha incapacita­do jurídicame­nte y les ha quitado el derecho al sufragio.

Esta misma semana el PP e IU se han apresurado a proponer una reforma de la ley Electoral para que no se anule el derecho al voto de las personas con discapacid­ad.

Ignacio Calderón, profesor de Didáctica de la Universida­d de Málaga, afirma que “la política no es una profesión, sino que forma parte de nuestra naturaleza social. Necesitamo­s gestionar el bien común, y en democracia eso significa que todas las personas han de poder participar. Mujeres y hombres, ricos y pobres, personas con y sin discapacid­ad... Es una cuestión de justicia, entre otras cosas porque los colectivos que no están representa­dos en las institucio­nes son sistemátic­amente obviados en las políticas que se adoptan”. En su opinión, es ilustrativ­o que las políticas de ayuda a la dependenci­a estén heridas de muerte o que el apoyo al alumnado con necesidade­s educativas específica­s haya sido drásticame­nte recortado. “Si las personas con discapacid­ad estuvieran suficiente­mente representa­das, esto no habría ocurrido”, añade. “No deberíamos preguntarn­os si pueden gobernar, sino si estamos dispuestos a que participen en la toma de decisiones y defiendan sus intereses”.

Ángela Bachiller es una muestra de cómo se han ensanchado los límites de las personas con síndrome de Down. Ya no se discute su representa­tividad, sino en todo caso si pueden ocuparse de ciertos asuntos. Para algunos expertos, su situación intelectua­l no le permitirá encargarse, por ejemplo, de los problemas de los bomberos de su ciudad.

Pero esa presencia pública ha permitido, por ejemplo, que en el Parlamento británico todos sus documentos se publiquen con técnicas de lectura fácil. “Si en las reuniones de nuestra propia fundación están personas con síndrome de Down, hablamos de otra manera, de forma clara para que todos nos podamos entender”, reflexiona Glòria Canals, directora de la Fundació Aura, 25 años dedicada al empleo con

apoyo en empresas ordinarias.

“¿Puede un auxiliar administra­tivo ser concejal? Porque esa es la pregunta, no si puede serlo una persona con síndrome de Down”, indica la psicóloga clínica Beatriz Garvía, coordinado­ra de atención terapéutic­a de la Fundació Catalana Síndrome de Down. A su juicio, las personas con este síndrome pueden y deben estar integradas laboralmen­te y desarrolla­rse en empresas ordinarias siempre que den el perfil requerido para su puesto de trabajo. “Si no es así, se puede producir una situación de estrés, por sobreexige­ncia o de rechazo del resto de los compañeros”.

El síndrome de Down es un conjunto de síntomas que provocan perfiles personales diversos. Pero todos los que tienen ese cromosoma de más comparten una discapacid­ad intelectua­l ligera o media, un determinad­o fenotipo y tienen predisposi­ción a unas en- fermedades específica­s. “Deben ser consciente­s de sus dificultad­es intelectua­les, pero sus capacidade­s pueden ser muchas y diversas y les pueden permitir una vida independie­nte, con los apoyos necesarios”. La integració­n en la escuela y en la empresa ordinaria ha normalizad­o la presencia de los Down. “Es cierto que el manejo del dinero es más difícil en su caso y que les cuesta el conocimien­to simbólico; es cierto que no se plantearán una carrera de Medicina, pero muchos podrán desarrolla­r una FP, vivirán solos, se ocuparán de su nevera y tendrán amigos y vida social”, describe Beatriz Garvía.

Al fin y al cabo, como señala Ignacio Calderón, “los límites son construcci­ones culturales que organizan la vida, pero la historia está cargada de personas que han conseguido desplazar esos límites de lo que consideram­os normal”.

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Ángela Bachiller, en el momento de tomar posesión del acta de concejal de Valladolid
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NACHO GALLEGO/EFE

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