Atrapados en el ‘Temple Run’
Nunca me han gustado los videojuegos. Bueno, hasta que me topé con una aplicación denominada Temple Run. Espero que nadie se entere, pero, como millones de personas, estoy enganchado a la dichosa app. Se trata de un juego de acción desarrollado por Raleigh-Imangi Studios en el que el usuario roba una estatuilla de oro macizo en un templo maya y sale pitando.
Durante la huida una especie de gigantesco mono endemoniado con enormes zarpas y mandíbulas corre tras de ti. Si te alcanza, te come vivo. Muy divertido. Lo peor de Temple Run es que nunca llegas a salvarte. Yo, al menos, no lo he conseguido y, la verdad, verte inmerso en una vertiginosa carrera sin final llega a ser extenuante.
El éxito de Temple Run, y de su secuela Temple Run 2, se concreta técnicamente con un coeficiente que tiene en cuenta la velocidad, los obstáculos salvados y puntos acumulados y que se calcula con las fórmulas s =(m) (d+5c+t) o t8 = mx (d+5c+b). Está claro, ¿no?
En el Temple Run real, el de nuestra carrera de cada día, el peligro lo genera la asfixia que nos causa la economía, la política, los políticos y los vergonzosos casos bárcenas. Vivimos en un contexto en el que, igual que ocurre en mi app favorita, tampoco parece que vayamos a alcanzar la pantalla final, la que finalmente nos permita decir “Game over”.
Desde que nos dijeron que se avecinaba una crisis, los ciudadanos de este país estamos atrapados en una especie de juego donde los monstruos de la política, del paro y la corrupción amenazan con despedazarnos a todos. Los obstáculos se suceden uno tras otro y el final de la pesadilla parece muy, muy lejano. El desasosiego es generalizado y el cansancio, palpable. Y al no poder eliminar de nuestras vidas las apps de la política y la corrupción, no nos queda otro remedio que correr hacia ninguna parte, cada vez de forma más precipitada, con más tropiezos y menos fuerza.
Deberíamos encontrar entre todos una app para ejercitarnos en la serenidad, la reflexión, el respeto por las ideas de los demás, el trabajo bien hecho, el compromiso social, la sinceridad, la confianza y la sostenibilidad de todo ello. Una app que potenciara la convivencia, la alegría, las ideas, que simplificara nuestra vida para mejorarla, para hacerla más musical, con más sentimiento, natural, humana, justa y feliz.
Quizá existe una app en la que aparecen políticos que sólo son servidores públicos y ciudadanos dedicados a sus propios problemas, a desarrollar sus sueños, a amarse, a entender que en una democracia hay tantas o más obligaciones que derechos... y a desarrollar sus capacidades profesionales en un esquema de convivencia justo, moderno, despolitizado, transparente y, en definitiva, democrático. Si en la interesante sección de este diario “Apps Estivales” aparece una aplicación de este tipo, me la bajaré de inmediato aunque cueste 0,99 euros. Me encantaría salir del Temple Run. Para siempre.
Los obstáculos se suceden uno tras otro y el final de la pesadilla parece muy, muy lejano