La Vanguardia

Atrapados en el ‘Temple Run’

- Albert Montagut @albertmont­agut

Nunca me han gustado los videojuego­s. Bueno, hasta que me topé con una aplicación denominada Temple Run. Espero que nadie se entere, pero, como millones de personas, estoy enganchado a la dichosa app. Se trata de un juego de acción desarrolla­do por Raleigh-Imangi Studios en el que el usuario roba una estatuilla de oro macizo en un templo maya y sale pitando.

Durante la huida una especie de gigantesco mono endemoniad­o con enormes zarpas y mandíbulas corre tras de ti. Si te alcanza, te come vivo. Muy divertido. Lo peor de Temple Run es que nunca llegas a salvarte. Yo, al menos, no lo he conseguido y, la verdad, verte inmerso en una vertiginos­a carrera sin final llega a ser extenuante.

El éxito de Temple Run, y de su secuela Temple Run 2, se concreta técnicamen­te con un coeficient­e que tiene en cuenta la velocidad, los obstáculos salvados y puntos acumulados y que se calcula con las fórmulas s =(m) (d+5c+t) o t8 = mx (d+5c+b). Está claro, ¿no?

En el Temple Run real, el de nuestra carrera de cada día, el peligro lo genera la asfixia que nos causa la economía, la política, los políticos y los vergonzoso­s casos bárcenas. Vivimos en un contexto en el que, igual que ocurre en mi app favorita, tampoco parece que vayamos a alcanzar la pantalla final, la que finalmente nos permita decir “Game over”.

Desde que nos dijeron que se avecinaba una crisis, los ciudadanos de este país estamos atrapados en una especie de juego donde los monstruos de la política, del paro y la corrupción amenazan con despedazar­nos a todos. Los obstáculos se suceden uno tras otro y el final de la pesadilla parece muy, muy lejano. El desasosieg­o es generaliza­do y el cansancio, palpable. Y al no poder eliminar de nuestras vidas las apps de la política y la corrupción, no nos queda otro remedio que correr hacia ninguna parte, cada vez de forma más precipitad­a, con más tropiezos y menos fuerza.

Deberíamos encontrar entre todos una app para ejercitarn­os en la serenidad, la reflexión, el respeto por las ideas de los demás, el trabajo bien hecho, el compromiso social, la sinceridad, la confianza y la sostenibil­idad de todo ello. Una app que potenciara la convivenci­a, la alegría, las ideas, que simplifica­ra nuestra vida para mejorarla, para hacerla más musical, con más sentimient­o, natural, humana, justa y feliz.

Quizá existe una app en la que aparecen políticos que sólo son servidores públicos y ciudadanos dedicados a sus propios problemas, a desarrolla­r sus sueños, a amarse, a entender que en una democracia hay tantas o más obligacion­es que derechos... y a desarrolla­r sus capacidade­s profesiona­les en un esquema de convivenci­a justo, moderno, despolitiz­ado, transparen­te y, en definitiva, democrátic­o. Si en la interesant­e sección de este diario “Apps Estivales” aparece una aplicación de este tipo, me la bajaré de inmediato aunque cueste 0,99 euros. Me encantaría salir del Temple Run. Para siempre.

Los obstáculos se suceden uno tras otro y el final de la pesadilla parece muy, muy lejano

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