Al Mariinski no se le pone el sol
Peralada se extasía con la vis wagneriana de la orquesta rusa
LA SOPRANO Westbroek deja al público ‘clavado’ con su memorable ‘La muerte de Isolda’ EL AÑO WAGNER Bayreuth abuchea al director de escena; Peralada vibra con su gala concierto
Tiene su gracia que este mes de julio acabara en Bayreuth con una monumental bronca del público contra el montaje urdido por Frank Castorf para El ocaso de los dioses, última entrega del ciclo de El anillo de Wagner, en el que aparecían matones, chicas sexy, dioses borrachos y escenografías con los rostros de Marx, Stalin, Lenin y Mao en las Mount Rushmore... y que agosto arrancara anoche, en Peralada, con una elegante degustación de una gala Wagner servida con intensidad por los cuerpos artísticos del Mariinski y por la soprano Eva-Maria Westbroek. ¡Aaah, las bondades de la versión concierto!
Y eso que con este programa –en el que se incluía el primer acto de La Walkiria (la primera jornada del mencionado anillo), con su tormenta inicial y demás momentos impactantes, más el Preludio del primer acto de Lohengrin, y la Imprecación y La muerte de Isolda–. el festival de Peralada demostraba tener un coraje y una fe sin precedentes en el wagnerismo catalán. ¿Wagner el 2 de agosto, al aire libre y sin representar? No es precisamente una propuesta de lo más comercial. Con todo, hay que saber rendirse a la calidad, y a esto siempre está presto el público que recala en el Empordà. Sobre todo si llega con la tensión y el dramatismo de un título como Tristán e Isolda interpretada con la fuerza y cromatismo de que son capaces los del Mariinski.
Su líder, el director artístico y general del Teatro Mariinski, Valeri Guérguiyev, parece tener el don de la ubicuidad. Acaba de estrenar en San Petersburgo una obra de Rodion Shchedrin –el más grande compositor ruso vivo, esposo de la bailarina Maya Plisetskaya–, y llegó ayer a primera hora de la tarde al aeropuerto de El Prat procedente de una mini gira por destacados festivales europeos. La orquesta del Mariinski ha estado en Ljubljana (Eslovenia) y también en Schleswig-Holstein (Alemania), donde interpretó Tannhäuser, antes de aterrizar anoche en Peralada y concluir mañana en la Quincena Musical de San Sebastián. Y si bien este debería ser un tiempo vacacional para los cuerpos del teatro, Guérguiyev tiene muy claro que las residencias artísticas del invierno y los festivales de verano son una forma de promocionar el Teatro del Mariinski. Más aún desde que cuenta con el segundo teatro y el flamante auditorio en San Petersburgo, lo que le permitirá desarrollar proyectos y expandir como nunca la música rusa y su maquinaria artística.
Valga todo eso para calibrar la confluencia de intereses que hicieron posible que anoche, en ple- na crisis financiera y con los mandatarios pensando en cobrarle al contribuyente hasta los rayos de sol, se tuviera acceso en esa Catalunya de las retallades y los presupuestos menguantes a una actuación en vivo con 90 músicos de semejante calibre. Las páginas de Wagner seleccionadas estuvieron interpretadas en la primera parte por los solistas del Mariinski: la soprano Mlada Khudoley, el tenor Avgust Amonov y el bajo Mijail Petrenko recrearon los pasajes más sugerentes del primer acto de La Walkiria, con el dúo de amor entre Siegmund y Sieglinde, uno de los momentos más estremecedores de la pieza.
La segunda parte estuvo marcada por la presencia de Eva-Maria Westbroek, una de las grandes solistas wagnerianas del momento y a la que ya se pudo escuchar en el Réquiem de verdi con el que se inauguró este año el festival Castell de Peralada. La soprano holandesa, un fenómeno de su generación, se enfrentó anoche con personalidad y sentido del drama a uno de los momen-
tos más bellos y difíciles que se hayan escrito para la ópera, el de la Muerte de amor de Isolda.
Si es cierto que Wagner no es un veneno fácil de administrar, la experiencia perpetrada por ese par de locos apasionados que son Carmen Mateu de Suqué y Oriol Aguilà –presidenta y director artístico del festival Castell de Peralada respectivamente– fue como un chute directo en vena.
Para quienes conocen las dificultades del directo al aire libre, donde se diría que la música y la atención auditiva están a merced de los elementos, la conducción de Guérguiyev resultó realmente convincente. El maestro está bregado en el cambio constante de plazas, sacando partido de cualquier desventaja acústica. Ya venga de las cigüeñas que rodean el auditori del Parc en Peralada o de un amago de tramontana. “A Guérguiyev nunca se le escapa el sonido, siempre consigue que sea redondo. Es más, nunca será aburrido. De su dinámica deberíamos aprender aquí, debería ser el modelo. Tiene la inteligencia y la sabiduría del genio”. Así lo resumía Adela Rocha, una liceísta con conocimiento de causa.