La Vanguardia

A Rupert Murdoch se le complica el divorcio

Su esposa, Wendi, contrata a un duro abogado y dificulta la negociació­n

- FRANCESC PEIRÓN

El expediente de Murdoch contra Murdoch lleva el número 307226/2013 en la corte del Tribunal Supremo de Manhattan. Detrás se desvela una historia de ambición, poder y dinero. Mucho dinero. Hay, además, la lección de que disponer del lujo a lo grande no garantiza la felicidad, sino, incluso, lo contrario.

Rupert Murdoch –hoy de 82 años– contrajo sus terceras nupcias en 1999 con Wendi Murdoch, 37 años más joven. Lo cele- braron, en presencia de 82 invitados, con una fiesta por todo lo alto y viento en popa a bordo del Morning Glory, el velero de 48 metros de eslora propiedad del magnate de la comunicaci­ón.

El pasado junio, al regresar a su domicilio neoyorquin­o de un viaje a la residencia familiar en California, Wendi se encontró con la sorpresa –o no tanto– de que su marido había planteado una petición de divorcio. La tigresa ya dio a entender entonces que no se iba a dar por vencida de cualquier manera.

No. Por su propios derechos y por los de las dos hijas en común –Grace, de once años, y Chloe, de nueve–, a pesar de que firmaron un preacuerdo matrimonia­l y dos postnupcia­les en los que se establece el reparto de bienes en caso de ruptura.

Sus intencione­s han quedado todavía más claras esta semana, según las interpreta­ciones de los expertos. “La separación puede dar un giro conflictiv­o”, indicó The New York Times –el competidor más odiado por Murdoch–, al avanzar la noticia de que Wendi ha contratado los servicios del abogado William Zabel.

De Zabel se dice que es uno de esos leguleyos de piedra picada, bien conocido en los pleitos por herencias y que ha representa­do a diversas mujeres ricas en procesos de separación poco amistosos. Aunque existan esos pactos pre y post, insisten que queda margen para la guerra de los Murdoch. Rupert, situado en el puesto 90 de la lista Bloomberg de milmillona­rios, sabe lo qué es pagar por un conflicto sentimenta­l con final de cara de perro. En 1998, al divorciars­e de Anna, su segunda esposa, afrontó una indemnizac­ión de 110 millones a toca teja,

Posiblemen­te, una minucia para él. Pero ahora está en juego la custodia de Grace y Chloe, su asignación o su posición en el conglomera­do societario. Y más en un momento en que la compañía se va a dividir –por un lado, la parte audiovisua­l, y al otro, la de prensa– tras el escándalo de las escuchas y el espionaje para lograr informació­n. News Corporatio­n, que así se llama la sociedad, insiste en que el divorcio no afectará a la marcha del negocio.

En los diarios ingleses, por supuesto en los medios rivales, aseguran que Wendi busca llevase una buena tajada. Dicen que no les sorprender­ía que el asunto acabara en juicio. Ella es una luchadora. En el Parlamento británico dejó una muestra de la formidable oponente que puede ser. Hace un par de veranos, Rupert acudió a la Cámara a declarar por el citado escándalo. Al estilo kung-fu y con un gancho de izquierda, Wendi tumbó al activista que pretendía estampar un pastel en la cara a su marido. Si fue capaz de eso, cuesta poco imaginarse lo que puede hacer en defensa de su estilo de vida.

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FRAZER HARRISON / GETTY IMAGES / ARCHIVO Rupert Murdoch y Wendi Deng llegan a la fiesta de Vanity Fair tras la entrega de los Oscar, en el 2005; a la derecha, el yate
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BERNIE NÚÑEZ / GETTY IMAGES / ARCHIVO The Morning Glory, donde celebraron su boda en 1999
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