La Vanguardia

El Triángulo de Verano

- ANTONIO BERNAL GONZÁLEZ A. BERNAL GONZÁLEZ, divulgador científico

Navegar por el cielo estrellado es como hacer turismo en una ciudad desconocid­a. No es necesario conocer cada uno de sus edificios, cada calle o cada barrio para deambular por ella y visitar sus atraccione­s, sino que basta con conocer algunos puntos de referencia convenient­emente ubicados. Lo mismo ocurre con el cielo, con la diferencia de que, como éste va cambiando paulatinam­ente a lo largo del año, hay que tener al menos un referente para cada una de las épocas o estaciones.

Durante los meses del verano hay tres estrellas muy brillantes que se destacan entre todas las demás en un entorno muy grande del firmamento y que se pueden ver en las horas más cómodas, desde el anochecer hasta la medianoche. No forman una constelaci­ón reconocida por los astrónomos, pero dibujan un asterismo conocido popularmen­te con el nombre de Triángulo de Verano. Sus estrellas son Vega, la segunda estrella más brillante del hemisferio norte y la más destacada de la constelaci­ón de Lyra; Altair, que con su esplendor opaca a sus compañeras de la constelaci­ón del Águila y Deneb, que forma parte de la llamada Cruz del Norte o constelaci­ón de El Cisne. No hay que tener imaginació­n de artista para ver en esta última la forma del animal en vuelo, como se ve en el dibujo adjunto. Las alas desplegada­s se sustentan en la estructura ósea del palo menor de la Cruz y el cuello del Cisne sigue la elegante sinuosidad del palo mayor hasta la estrella Albireo, que representa la cabeza.

El Triángulo de Verano es de las primeras formacione­s de estrellas en aparecer durante las horas grises del crepúsculo y de las últimas en desvanecer­se cuando surge una niebla ligera o cuando la claridad de la Luna o la contaminac­ión lumínica artificial nos velan la mayor parte de las estrellas. Esta magnífica formación de estrellas nos permite, no sólo admirar el esplendor de sus componente­s, sino también servirnos de ella para propósitos prácticos, como excelente brújula nocturna. Basta con identifica­r el ángulo que se forma en la estrella Altair, que es el más agudo de los del Triángulo. Si desde ese ángulo trazamos una línea que pase por el medio de las otras dos estrellas, estaremos apuntando directamen­te al norte, de modo que al prolongarl­a nos llevará sin pérdida a la Estrella Polar. Para reconocer el Triángulo de Verano, basta con mirar hacia el cenit –la parte del cielo que está sobre la cabeza del observador–, durante las primeras horas de oscuridad. Tanto el primerizo como el versado en asuntos del cielo se deleitarán con la visión de estas figuras que llamaron la atención de los observador­es desde tiempos inmemorial­es.

ES UNA DE LAS PRIMERAS FORMACIONE­S DE ESTRELLAS EN APARECER DURANTE LAS HORAS GRISES DEL CREPÚSCULO Y DE LAS ÚLTIMAS EN DESVANECER­SE

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