La Vanguardia

Luz renacentis­ta sobre Barcelona

La ciudad, vista desde las alturas de Montgat, se presenta como una gran obra pictórica

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Hace ya un lustro largo que los hermanos gemelos Santilari no exponen en Barcelona. La obra más reciente de estos dos referentes de las corrientes pictóricas más realistas del momento puede verse estos últimos años en Badalona, Madrid, Maastricht, Londres, París… “Acabamos de estar en la galería Eric Coatalem –explican Josep y Pere bien henchidos de orgullo–, en la calle de Faubourg Saint-Honoré”. La gente que se dedica al arte pronuncia estos nombres con una emoción redoblada.

“Bodegones, ahora nos dedicamos a los bodegones, a su revisión –dicen los dos–, bodegones sobre fondo oscuro, un guiño que queríamos hacer a la pintura barroca”, añaden mostrando en el móvil la fotografía del lienzo del vaso habitual de los restaurant­es de comida rápida, de papel acartonado, con una tapa de plástico atravesada por una pajita doblada.

Los Santilari tratan de devolver al arte su carácter popular, de sacar al artista de esa torre de marfil que lo aleja y aisla del gran público. Convierten la vida cotidiana en objeto artístico. En este sentido, los paisajes urbanos, los paisajes cercanos que se contemplan una y otra vez de regreso de la oficina, las estampas que la gente puede reconocer y sentir como suyas, juegan un importante papel en su obra.

“Pero ahora nos estamos dando un descanso –coinciden ambos pintores–, los paisajes los estamos dejando de lado por un tiempo porque son agotadores, mental y físicament­e. Son empresas que requieren de una gran entrega, y encima

LOS GEMELOS JOSEP Y PERE SANTILARI SON HOY EN DÍA DOS REFERENTES DE LAS CORRIENTES PICTÓRICAS MÁS REALISTAS. LOS ARTISTAS GUSTAN DE SUBIR DE TANTO EN TANTO AL CHIRINGUIT­O PANORÀMIC, EN LAS ALTURAS DE MONTGAT. UN PRIVILEGIA­DO MIRADOR QUE MUESTRA CÓMO LA LUZ DIBUJA LOS PAISAJES DE MODO SORPRENDEN­TE

te destrozan los dedos, por la posición que tienen que adoptar para…”.

Y Pere interrumpe a su hermano y dice que su último paisaje lo terminó el año pasado, que le costó más de 1.500 horas de trabajo, que lo dejó todo derrengado. Fueron 18 meses de plena dedicación. La tercera y descomunal versión de la ciudad de Barcelona vista desde las alturas de Montgat.

“Sí –prosigue Pere–, se trata de una perspectiv­a muy cercana a la que ofrece nuestro estudio en Montgat. Ahora al caer al tarde, al caer una tarde de ve- rano, como ahora. Lo importante es la luz. En invierno el sol se pone a la altura de la Sagrada Família, y el resultado es muy feo, a mí me parece un cuadro horrible. Pero en verano el sol se pone entre las montañas, y el resultado…”. Y el resultado es del todo diferente, dicen a coro los pintores, “un cuadro excelente”. Entonces la ciudad se tiñe de colores calabaza, de unos tonos muy suaves, sobre todo si llovió un poco el día anterior, especialme­nte si además un soplo de mistral terminó de limpiar el horizonte de nuestro cotidiano litoral me- tropolitan­o. “Y entonces Barcelona se convierte en una ciudad del Renacimien­to”, señalan. “Y la estampa recuerda las escenas urbanas de Venecia que firmó Canaletto”, subrayan. Por un momento, si uno engurruña sus ojos, la placa Fotovoltai­ca del Fòrum, la torre Agbar, el hotel Vela, se disfrazan de Cinquecent­o. Más o menos. Por un momento.

En esta época del año, si el tiempo acompaña, si el cielo no se encapota demasiado, no es difícil contemplar en directo este mismo paisaje con aires renacentis­tas, este paisaje teñido de colores calabaza, este renacimien­to de andar por casa.

“El año pasado descubrimo­s el chiringuit­o de un arquitecto que se llama Guillem, que trabaja la mayor parte del año en Sudamérica, y en verano abre el Panoràmic, en el parque Les Bateries de Montgat, muy cerca de nuestro estudio”. “Sí, su terraza ofrece prácticame­nte la misma perspectiv­a que mi cuadro, un poco más arriba”.

Y luego, a medida que le cielo se oscurece, corre y alivia el frescor. “Es un sitio muy agradable, muy original.

El chiringuit­o propiament­e dicho es un gran contenedor, uno de esos grandes contenedor­es que viajan en los transatlán­ticos… pero con una barra y una gran ventana abierta”. “Y luego tiene pufs y sofás y te puedes comer un bocadillo o cenar mientras escuchas algo de música en vivo”. O unas cañas con unos montaditos. O un cóctel.

No es difícil llegar al Panoràmic. Sólo hacen falta un par de indicacion­es. Pero el lugar atesora el encanto de los rincones que escapan de los circuitos convencion­ales. “Tengo pensado hacer otras dos versiones, pero aún son sólo proyectos, aún no me siento capaz de…”.

Pere habla de una tempestad, y de un crepúsculo, de ese momento en el que el día y la noche se confunden y el cielo adquiere una tonalidad que los fotógrafos llaman azul eléctrico. “Quiero hacerlos… pero aún no es el momento”.

De todas formas cualquiera puede adelantars­e a los brochazos de los hermanos Santilari. Sólo hay que subir a este chiringuit­o de montaña y dejar que la luz dibuje el paisaje.

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GEMMA MIRALDA La terraza Panoràmic, desde donde hay buenas vistas sobre Sant Adrià, Badalona y Barcelona
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