La Vanguardia

Amigos hasta la sepultura

- TONI MERIGÓ

“Todos éramos entonces republican­os”, dice Espriu hablando de Rosselló-Pòrcel, pero el primero exhibe el estilo y las ideas de la gente de derechas, que entonces coquetea con las modernas corrientes fascistas europeas, y el segundo, el estilo y las ideas de la gente de izquierdas, entonces fascinada por la Unión Soviética. La distancia se agranda con la declaració­n del Estat Català de Companys de 1934 (“un disparate vergonzoso”, según Espriu), y con los hechos de mayo de 1936. El primero acabaría viendo a Franco como un mal menor, el segundo como el frente contra el que organizar la revolución.

En su vida personal, Espriu apenas sale de casa y lleva una vida ordenada; Rosselló, al contrario, alarga su frenesí por la noche y se le conoce como mujeriego en la medida de la época y de sus escasos recursos.

Su amistad es la de dos talentos superiores que se reparten las matrículas de honor en la universida­d y que hacen lo propio con los géneros: Espriu admira la poesía intuitiva de Rosselló, su don especial, y se dirige a él con un “vosotros los poetas”. A la inversa, el mallorquín admira la prosa de Espriu, reconoce su superiorid­ad intelectua­l y le pide a menudo consejo.

Rosa Delor sostiene que la muerte de Rosselló a los 24 años por tuberculos­is en El Brull, en 1938, dejando libre el campo de la poesía, es una de las razones que explican que Espriu se inclinara cada vez más por la lírica.

Incluso han compartido tumba. aunque no al mismo tiempo. En 1958, cuando iban a depositar el cadáver de Rosselló en una fosa común en El Brull, los amigos del crucero lo rescatan para enterrarlo en un nicho propiedad de Espriu, donde se aloja durante 20 años, hasta que los reclama el Ayuntamien­to de Palma en 1978. Sólo siete años después llegaría el que ocupa hasta hoy la citada sepultura, Salvador Espriu.

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