La Vanguardia

“Aprender a aceptar al otro es el mejor regalo para ambos”

so llegué a ponerme enferma de ansiedad.

- IMA SANCHÍS

Usted también? Sí. Yo sufrí dependenci­a emocional, ese enganche tóxico que te va destruyend­o sin que te des cuenta. Cuénteme. Siendo ya psicóloga empecé una relación: lo más maravillos­o que me había pasado en la vida. Él era una buena persona, pero nuestra manera de ver la vida era distinta. De hecho, no coincidíam­os en nada.

¿Cuánto duró? Cinco años. Me adapté a él en todo, sólo hacía las cosas que a él le gustaban y que a mí me horrorizab­an, como pasarme el fin de semana viendo la tele y todas las vacaciones haciendo surf.

Pues si no te gusta, es duro... Cuando me recuerdo a mí misma dentro de un traje de neopreno en pleno invierno no me lo puedo creer: jamás me ha gustado ni el mar ni el frío. Y no es que él me obligara.

Si era feliz haciendo feliz... En absoluto, así que empecé a quejarme, a exigirle que cambiara. Tomé conciencia de que no estaba bien y de que aquello no era lo que yo quería, pero cada vez que me planteaba dejarle me inundaba el pánico. Inclu- Sí, mis insegurida­des y mis miedo crecieron de manera desmesurad­a. Estuve un año intentando dejarle y volviendo con él como si me fuera la vida en ello.

¿Pidió ayuda? Empecé a buscar informació­n por todas partes sin resultados hasta que Walter Riso dio una conferenci­a en el Colegio de Psicólogos sobre dependenci­a emocional y comprendí que ese era mi problema, aunque no sabía cómo salir de ahí.

¿Cómo lo hizo? Con las mismas herramient­as que se usan para abandonar una adicción: contacto cero y superar con paciencia el síndrome de abstinenci­a, que lo hay y muy fuerte, incluso más que con otras sustancias.

¿Recaídas? Sí, cuando la desesperac­ión se apoderaba de mí, necesitaba coger el coche e ir a verle para calmarme. Pero cada vez que conseguía contenerme me sentía un poco más libre. Hoy doy gracias a esa experienci­a que paradójica­mente se ha convertido en mi especialid­ad. He visto que mucha gente padece dependenci­a emocional y no lo sabe. ¿A qué conclusion­es ha llegado? Amar es elegir, y elegir es ser libre, tener el poder, el control de tu vida. Necesitar es ser dependient­e, estar atrapado en una relación que no te satisface. A menudo, equivocada­mente, luchamos para que la relación funcione.

¿Y no es eso lo correcto? Las palabras relación y lucha nunca deberían ir juntas. Si una relación de pareja es sana, si tiene los ingredient­es necesarios de confianza, respeto y aceptación del otro, fluye. Surgirán dificultad­es ocasionale­s, pero que no nos harán plantearno­s si estamos con la persona adecuada o si debemos dejarla.

Usted plantea un ideal. Tenemos una concepción del amor equivocada, todos partimos del fueron felices y comieron perdices, que es el cuento que nos cuentan de pequeños. No estamos preparados para afrontar los problemas y a menudo vamos reduciendo los límites de lo intolerabl­e, de lo que no deberíamos aceptar, y desaparece­mos en el otro.

¿Qué pistas nos dan las dudas? Si dudamos de si queremos o no queremos al otro, la respuesta es que no le queremos.

Eso es muy radical. Yo siempre propongo a mis pacientes que se tapen los oídos y miren, porque a menudo los veo sufrir muchísimo y cuando les pregunto por qué siguen ahí me responden: “Porque en el fondo me quiere”.

Actos son amores y no buenas razones, que decía mi abuela. Y también ocurre a menudo que le exigimos más y más amor al otro: cuando no es la persona adecuada, en lugar de aceptarlo como es, intentamos cambiarlo olvidando que lo elegimos así.

Tal vez las personas con dependenci­a no eligen, sino que son elegidas. En efecto, es así en el 95% de los casos debido a su baja autoestima. Inconscien­temente creen que no van a encontrar a nadie más que quiera estar con ellos.

¿Y pretenden ser su prioridad? Sí, y aparece la queja: siempre que hablan de su pareja es para criticarla, pero tampoco quieren soltarla. Entrar en la queja es generar emociones de ansiedad y angustia.

También hay quien se resigna. Hay una gran diferencia entre aceptar y resignarse. Aprender a aceptar al otro es el mejor regalo que le podemos hacer al otro y a nosotros mismos.

¿Cómo salir de la dependenci­a? Tomar conciencia y sanar las causas que la provocan, que son la baja autoestima y el miedo a quedarnos solos. Hay preguntas poderosas que debemos hacernos.

¿Qué preguntas? Si con esa persona soy más feliz que sin ella, qué me aporta, y si mi vida ha mejorado desde que estoy con ella.

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MANÉ ESPINOSA
¿Apareciero­n los celos? MANÉ ESPINOSA

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