“Antes íbamos mejor”
El embajador Perpiñá-robert reflexiona, en el 25.º aniversario del Centre d’estudis Internacionals, sobre el liderazgo europeo
Hace 25 años, al final de la guerra fría, Fernando Perpiñá-Robert, entonces subsecretario de Asuntos Exteriores, impulsó la creación en Barcelona del Centre d’Estudis Internacionals (CEI). Descentralizar el estudio de la carrera diplomática fue, entonces, un proyecto de país, al que se sumó la Universitat de Barcelona (UB) y La Caixa. Ayer por la mañana, sentado en el despacho desde donde dirige el CEI, una oficina pequeña, sin las vistas que la antigua finca de Pedro Pons, situada en la falda del Tibidabo, tiene sobre Barcelona, Perpiñá-Robert reflexionaba sobre el presente y el futuro de Europa, y llegaba a la conclusión de que “antes íbamos mejor”.
Antes era cuando el proyecto europeo, finalizada la guerra fría tras la caída del muro de Berlín,
Perpiñá-Robert cree que el Estado nación debe ceder más peso a los órganos supranacionales
avanzaba hacia una unión política y económica clara. Hoy, cuando la voluntad de los estados se ha impuesto al interés colectivo, Perpiñá-Robert considera que “deberíamos reconducir el proceso y recuperar el espíritu de Robert Schuman, Jean Monnet y Konrad Adenauer, los padres fundadores de la Unión Europea”.
Si esto fuera posible, el Estado nación, “debería ir perdiendo protagonismo en favor de las instituciones comunitarias”. Esta transferencia de poderes, según Perpiñá-Robert, permitiría a los estados miembros ofrecer mayores garantías de bienestar y prosperidad a sus ciudadanos.
Perpiñá-Robert habla desde la experiencia de medio siglo en la carrera diplomática, con destinos como la embajada de Alemania justo después de la reunificación (1991-1996) o el consulado en Boston (1978-1992), desde donde realizó una gran tarea para introducir la recién estrenada democracia española en EE.UU. Hoy considera que la pérdida de multilateralismo por parte de Estados Unidos, unida a la crisis financiera internacional, ayudan a explicar la mayor debilidad de muchas instituciones internacionales como la UE.
Estamos, por tanto, en un periodo donde el motor de las relaciones internacionales vuelven a ser los intereses particulares de los estados nación. Los líderes de estos estados responden más que sus antecesores a los dictados de sus políticas interiores. PerpiñáRobert, en este sentido, echa en falta la visión amplia de presidentes como Helmut Kohl, François Mitterrand y Jacques Delors, que dirigió la Comisión Europea entre 1985 y 1995.
La política de partidos impone muchas veces su criterio a los intereses diplomáticos. Un ejemplo clásico sería Estados Unidos, donde los presidentes acostumbran a compensar a los mejores financiadores de sus campañas electorales con embajadas como la española. “Es cierto –señala Perpiñá-Robert– , pero luego colocan a excelentes diplomáticos de carrera como segundos de estas mismas embajadas”. Un modelo de gestión diplomática que recuerda como ejemplar es el alemán: “Cuando fui embajador en Bonn, el ministro de Asuntos Exteriores era Hans-Dietrich Genscher, un liberal coaligado con los democristianos de Kohl y que, como números dos y tres del Ministerio, tenía a dos diplomáticos socialdemócratas. Aquel equilibrio funcionaba muy bien”.
España mantiene una amplia representación diplomática a pesar de que no hubo convocatorias de plazas en el 2011 ni en el 2012. Este año apenas se han convocado trece, para las que van a optar unos 400 opositores. Algunos de ellos estuvieron ayer en la casa Pedro Pons, asistiendo a los actos del 25.º cumpleaños. Ha-
El CEI nace en Barcelona de la mano del Ministerio de Asuntos Exteriores, La Caixa y la UB
bló Carlos Pérez-Desoy, antiguo alumno y hoy subdirector de la cancillería del Ministerio, que repasó el equilibrio entre la modernidad y la tradición de una carrera que se ha adaptado al mundo real. Los principios diplomáticos del representar, proteger, negociar e informar se han sofisticado tanto que hoy se precisan conocimientos muy técnicos sobre economía, comercio y organismos internacionales. Junto a ellos, sin embargo, Perpiñá-Robert recuerda que “una de las funciones vitales del diplomático siempre será oxigenar las relaciones entre países, facilitar la comprensión y limar las desconfianzas”.