La Vanguardia

Trabajar para la historia

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Una bella frase se puede poner en boca de cualquiera. Es imposible comprobar su certeza si no está documentad­a. En todo caso siempre se atribuyen máximas solemnes a quienes hayan escrito o hablado mucho. Aquí se atribuyen frases a Napoleón, Churchill o Josep Pla sin que nadie se atreva a desautoriz­ar a estos tres históricos personajes. Napoleón afirmó que la política es el destino. Sabía que su futuro estaba en entredicho porque la empresa que quería llevar a cabo era tan grande como imposible. Nunca he entendido la fascinació­n de que goza entre una inmensa mayoría de franceses que le veneran en el hospital de Los Inválidos como los soviéticos desfilaban ante la momia de Lenin o los chinos todavía contemplan con fervor los restos de Mao en el centro de la plaza Tiananmen de Pekín.

Napoleón habló y actuó pensando más en la historia que en los cientos de miles de franceses muertos que perdieron la vida en sus expedicion­es militares a Rusia, Egipto y Europa central y meridional. En 1812 Catalunya era incorporad­a al Imperio habiendo comentado previament­e que los catalanes eran “franceses confundido­s”. Qué simpleza.

Es posiblemen­te la organizaci­ón jurídica y política de Francia tras los abusos de la Revolución de 1789 lo que valoran los franceses. Y también la colección de frases y citas que todavía hoy son repetidas para enriquecer un argumento. Es conocido su encuentro personal con Goethe y las palabras que le dispensó al cruzarse en una calle de Erfurt en el año de la batalla de Jena: “Voilà un homme!”. He aquí un hombre. Incluso Beethoven le había dedicado primeramen­te el título de la tercera sinfonía que luego se quedó en la Heroica.

Es muy arriesgado trabajar para la historia porque los historiado­res van remodeland­o sus criterios a medida que transcurre­n las generacion­es y aparecen nuevos datos y perspectiv­as. La historia la escriben los vencedores. Pero no siempre. En sus conversaci­ones con Goethe, J.P. Eckermann nos cuenta lo que pensaba el poeta de Weimar: “Soy incapaz de imaginarme la estatua erigida en honor de un hombre meritorio sin que en mi fantasía no la vea ya derribada y destruida por guerreros venideros”.

Trabajar a favor de las personas hoy, individual y colectivam­ente, será valorado por la historia. El mesianismo no es moneda de cambio en la política moderna.

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