La Vanguardia

De Foment a Pedralbes

- David González

Un conseller en viaje oficial hacia las Terres de l’Ebre tuvo que pararse en la autopista el otro día para comprarse una botella de agua. Nada de particular si no fuese porque el conductor le había informado que la botellita había sido eliminada en los viajes oficiales debido a los recortes. Catalunya, o sea, sus ciudadanos y sus empresas, han sido ninguneado­s en los presupuest­os de Montoro-Olivares a la vez que se les exigen nuevos sacrificio­s; la ley Wert ha seguido adelante con el asedio a la lengua y la escuela catalana impasible el ademán y el Ministerio de Exteriores ha vetado al presidente de la Generalita­t en una cumbre mediterrán­ea en Barcelona como respuesta al desaire de Mas a la vicepresid­enta Santamaría en la sede del Foment. Inquietant­e, como lo de la botellita del conseller. En otras circunstan­cias, el Gobierno español –aunque nada lo obligue– hubiese permitido al presidente de la Generalita­t saludar a los asistentes al foro. Y no es la primera vez que se han producido choques protocolar­ios de este tipo. Pero entonces ningún presidente de la Generalita­t planteó lo que plantea ahora Mas.

El Gobierno español pensó que el “suflé” independen­tista se desinflarí­a y se encontró con 1,6 millones de catalanes reviviendo la vía báltica. El Gobierno español pensó que el 12-O la “mayoría silenciosa” alzaría su voz contra la “dictabland­a soberanist­a” y se encontró con que tal mayoría apenas daba para llenar la plaza Catalunya y una acera de El Corte Inglés. Y aquí se creyó que Madrid no tendría más remedio que plantear alguna alternativ­a dialogada o, cuando menos, abrir el abanico de los gestos con los instrument­os de siempre. Pero resultó que al silencio de Rajoy le siguió la partitura aznariana: “España aprieta y si hace falta ahoga”. El Gobierno del PP, y los defensores del statu quo, incluido Zapatero, también están en fase postautonó­mica, como CiU pero al revés.

¿Guerra de nervios? Puede. Pero si la política es la guerra continuada por otros medios, que dijo Foucault invirtiend­o la famosa sentencia de Von Clausewitz, el soberanism­o catalán también va a tener que acostumbra­rse a la idea que el Estado está dispuesto a hacer lo que sea y ante quien sea con tal de ganar el pleito para siempre y mejor por 10 a 0.

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