“Conocemos más la Luna que el océano”
La microbióloga marina Sallie W. Chisholm recibe el premio Ramon Margalef de Ecología
Hace veinte años no se sabía que hubiera virus en el mar. Y hace 25 tampoco se conocía al pequeño pro –suena prou–, el Prochlorococcus, una microalga con formatos muy diversos que habita grandes zonas de los océanos ocupándose de un tercio de la fotosíntesis de la biosfera. Y resulta que los Prochlorococcus viven en estrecha relación con los virus y hasta saben engañarles para que no se reproduzcan, practicando algo parecido a lo que los humanos hacen con las vacunas. “Sabemos más de la Luna que de nuestros océanos”, admite la oceanógrafa Sallie W. Chisholm. De que se conozca y se entienda esa actividad de los Prochlorococcus ella es la principal responsable. Por eso le concedieron ayer el premio Ramon Margalef de Ecología.
Los pro, como les llama coloquialmente, son los responsables del 30% de la fotosíntesis, actividad por la que “la luz del sol, el aire y el agua se trasforman en vida”, en palabras de Chisholm, y que, como sus pro, también realizan los grandes bosques, todas las plantas verdes y montañas de bacterias. La científica, de 66 años y doctora en biología marina por la Universidad de Albany, trabaja actualmente en los departamentos de Biología e Ingeniería Civil y Ambiental del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y reúne una amplia lista de premios por su labor.
Su mundo oceánico es microscópico, porque los pro son minúsculos (una micra de diámetro), pero sus campañas y sus estudios a lo largo de estos 25 años han permitido “cambiar la manera de percibir la estructura de la vida marina”. Saber que el agua de los océanos contiene esta actividad de fotosíntesis microscópica es un conocimiento básico para pensar qué cambios pueden producirse en el mundo en el futuro. “Es esencial conocer el funciona- miento en conjunto; si no sería como si la Medicina se desarrollara sin saber cómo funciona el cuerpo”.
Sus Prochlorococcus forman lo que ella llama una federación llena de diversidad, lo que le permite ser muy estable y adaptativa. “Evolucionan para dominar los océanos; unos son muy abundantes, viven en grandes poblaciones. Otros pocos están muy especializados, pero todos los tipos tienen un papel en el ecosistema”, asegura.
Ese equilibrio que protagonizan estos organismos es uno de los que están en juego, a su juicio, con iniciativas para corregir el calentamiento global como la fertilización del mar. La idea propuesta por algunos científicos, y en ensayo a pequeña escala, es fertilizar el mar con hierro. De esa manera, el fitoplancton crecería y consumiría dióxido de carbono de la atmósfera y así reduciría el calentamiento global. “Esas células se llevarían el CO , sí, pero si se fertiliza una gran área, esas algas también consumirían más oxígeno. Además alteraría la cadena alimentaria y redistribuiría los diferentes modelos de fotosíntesis”, indica la científica. Toma una hoja de papel y dibuja los po-
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SU INVESTIGACIÓN Es la descubridora de las microalgas que hacen un 30% de la fotosíntesis mundial CONSECUENCIAS IGNORADAS La oceanógrafa alerta frente a ideas en boga para combatir el calentamiento global
los y Sudamérica. Marca una zona en el Pacífico sur y explica como allí, al añadir hierro, el fitoplancton sobrealimentado también devoraría otros nutrientes. Disminuiría, por ejemplo, el contenido de fósforo y nitrógeno. “Esas aguas modificadas se desplazarían y cuando llegaran a la costa, no podrían alimentar a sus peces. Son consecuencias que todos ignoramos”.
La intervención humana en el desequilibrio de la biosfera era, hasta ahora, importante pero no intencionada. “Hacerlo intencionadamente y a gran escala es otra cosa. No creo que conozcamos suficientemente cómo funciona el sistema, así que no hay forma de intervenir sin un riesgo enorme, con mayúsculas”.
Y cita otros ejemplos de intervención, como la de lanzar partículas a la atmósfera para que absorban la radiación solar y así enfriar la Tierra (se basa en lo que ocurre en los volcanes en erupción). “Las consecuencias serían impredecibles, porque seguiríamos emitiendo CO con los combustibles fósiles. Trataríamos el síntoma pero no la causa”.