La Vanguardia

Colaborado­ra necesaria

MARÍA TERESA BERMEJO HERNÁNDEZ (1919-2013) Esposa y colaborado­ra del historiado­r y crítico de arte Rafael Santos Torroella, fallecido en el 2002

- JOSEP PLAYÀ MASET

El siglo XX vivió la eclosión de la mujer pero también habría que hacer una lista de aquellas que habiendo iniciado una carrera artística, literaria o investigad­ora optaron en cierto momento por un papel secundario, de segundo plano, a la sombra de sus compañeros. Podría ser el caso de Maite Bermejo, una salmantina con estudios de medicina, con dominio del alemán –que llegó a enseñarlo en un instituto de Burgos–, con conocimien­tos musicales que plasmó en unos primeros artículos en revistas literarias, y que tras conocer al historiado­r del arte y crítico Rafael Santos Torroella, no sólo decidió convivir con él sino que se borró a título individual para prestarle todo su apoyo moral e intelectua­l.

Se conocieron hacia 1943 y formalizar­on su andadura matrimonia­l en 1950, siendo Joan Miró uno de sus padrinos de boda. Pocas veces se puede decir de alguien, como en este caso, que haya sido su complement­o ideal. Frente al tono apasionado y hasta cierto punto entramunta­nat de Rafael, ampurdanés de Portbou, aparecía siempre el carácter más racional, ordenado y seco de esa mujer de raíces castellana­s. Frente al ca- rácter buenista y a veces hasta tierno de Rafael, destacaba la energía y la rotundidad de Maite. Muchas veces era ella misma quien cogía el teléfono de su casa y hablaba por Rafael. Podía aceptar o rechazar un encargo, negociar los derechos de autor, comprar una pieza para su colección o simplement­e aligerar la agenda de Rafael, siempre con su aquiescenc­ia, aún cuando las discusione­s formaban parte de su complicida­d

Sus últimas energías las quemó en las negociacio­nes con Girona para la cesión de sus coleccione­s

también en la dialéctica.

Su muerte llegó el mismo día, sábado 19 de octubre, que las cenizas de Angelita Santos Torroella, hermana de Rafael fallecida hace poco en Madrid a la edad de 101 años, eran depositada­s en la tumba de su marido Emili Grau Sala, en el cementerio de Sitges. Angelita fue otra mujer de su tiempo que cortó su carrera artística para casarse primero y luego para criar a su hijo y regresó más tarde a la pintura casi pidiendo permiso por estar en la primera línea.

Conversado­ra incansable, con una memoria prodigiosa y una vasta cultura, Maite Bermejo defendió, como Rafael, esa idea de la cooperació­n y el diálogo entre las culturas castellana y catalana, hoy en sus momentos más bajos ante el apogeo de la intransige­ncia. Tras la desaparici­ón de Rafael en el 2002, continuó su batalla, ahora en solitario –no tenían hijos–, para preservar su legado. Sus últimas energías las quemó en sus conversaci­ones con el ayuntamien­to de Girona, al que pretendía donar su archivo y su biblioteca y vender en favorables condicione­s su colección de arte para un futuro museo de arte contemporá­neo. Hace escasos días, por teléfono, aún repetía su deseo: “Me gustaría que el futuro centro de estudios de Girona sea importante, por sus actividade­s, por su carácter divulgativ­o, por su biblioteca, y que la colección de arte –y no me importa que se le sumen otras coleccione­s– sea un revulsivo para la ciudad, estoy seguro que eso es lo que le hubiese gustado a Rafael”.

 ?? ARCHIVO RMST ?? Rafael Santos Torroella, Maite Bermejo, Antoni Tàpies y M.ª Dolores Pradera, en Madrid (1951)
ARCHIVO RMST Rafael Santos Torroella, Maite Bermejo, Antoni Tàpies y M.ª Dolores Pradera, en Madrid (1951)

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