La Vanguardia

Barcelona y Samaranch

- Daniel Arasa

Enrique Lacalle, protagonis­ta estos días con la nueva edición del salón Barcelona Meeting Point y persona con amplias relaciones en Rusia por haber creado The Russian Meeting Point, explicaba que cuando se pregunta a la gente de Moscú cuál es su ciudad del mundo preferida, la primera es Nueva York. La segunda, Barcelona. La capital catalana está en la cima del turismo, en el reconocimi­ento de ciudad interesant­e y bonita. No hace falta argumentar­lo. Basta con pasearse por el centro de la ciudad, el Barri Gòtic o el entorno de la Sagrada Família. El ciudadano de Barcelona se siente en general orgulloso de su ciudad, pero la considerac­ión y la admiración del visitante es mucho mayor que la de los autóctonos. La marca Barcelona vende. Hoy en día venden más las marcas de ciudades que las de países. En nuestro caso, ni la de España ni la de Catalunya impactan. Ninguna otra ciudad española y sólo unas pocas europeas se acercan al encanto que el forastero ve en Barcelona.

A lo largo de muchos años Barcelona fue una ciudad atractiva, abierta e interesant­e, pero el boom, el encaramars­e hacia los primeros puestos del ranking, tiene un punto de arranque. Aquel 17 de octubre de 1986 en que un personaje leía que los Juegos Olímpicos de verano de 1992 tendrían lugar en “la ville de Barcelona”. El personaje era Juan Antonio Samaranch.

Ahora que está en una nebulosa presentars­e a la convocator­ia de los Juegos de invierno del 2022, en la que, todo sea dicho, las posibilida­des de ganar son muy remotas, viene a la memoria lo anterior. Nadie discute que Samaranch fue

De los personajes que han entrado en el nomencláto­r estos años, ¿quién fue más decisivo que Samaranch?

la figura clave para conseguir los Juegos Olímpicos de 1992.

Fallecido en el 2010, recienteme­nte el Ayuntamien­to debatió si se le dedicaba una avenida. A favor estaban el alcalde, Xavier Trias, con CiU y el PP, mientras que varios partidos y organizaci­ones vecinales se opusieron de forma rotunda. Ruego aporten una lista de personas que en el siglo XX hayan conseguido más para Barcelona que Samaranch. O que repasen los nombres incorporad­os al nomencláto­r en los últimos diez o veinte años y digan cuál de ellos fue más decisivo.

El argumento esgrimido por los oponentes es que “fue franquista”. Es verdad. Indudable. ¿Y qué? No tengo constancia de que hubiera sido un asesino. Algunos que se opusieron al reconocimi­ento parecen desconocer que su partido, o su ancestro político, en el año 1954 lanzó la política de “reconcilia­ción nacional” para superar diferencia­s y enfrentami­entos. Otros podrían repasar la historia de sus propios partidos y ver si todos han sido tan impolutos que puedan permitirse acusar.

Un conocido refrán recuerda que es de bien nacidos ser agradecido­s. Barcelona tiene una posibilida­d de mostrarse agradecida o ingrata.

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