Desde la otra SILLA
Una médico de familia explica los principales efectos que la crisis provoca en sus pacientes y en el sistema sanitario
Nuestra profesión médica también se ha visto afectada por la fuerte crisis. Hemos visto mermado el sueldo, el personal y las inversiones, y aumentadas las horas de trabajo. Pero no hablaré de los médicos. Me gustaría explicar cómo vivo yo la crisis desde la silla de enfrente, a partir de las experiencias de mis pacientes. Y cómo la crisis ha afectado la relación de éstos con los servicios sanitarios.
Ordenándolo diría que la crisis tiene un impacto directo en cuatro campos. La prescripción de medicamentos, la valoración de las bajas laborales, el papel de los abuelos en las familias, y la alimentación.
MEDICAMENTOS
Hace un cuarto de siglo que soy médico y mis pacientes nunca me habían preguntado, hasta hace poco, por el coste del medicamento que les recetaba. Aunque hay fármacos con aportaciones muy reducidas, estremece pensar que pueda haber personas que no sigan un plan terapéutico –del todo necesario– porque no pueden pagar la factura en la farmacia.
BAJAS LABORALES
Las afortunadas personas que trabajan lo piensan dos veces antes de ausentarse del trabajo para venir a la consulta médica. A esto hay que añadir que, en los casos que prescribimos una baja laboral, algunos pacientes lo viven de manera muy negativa. A menudo oímos frases como “no me lo puedo permitir”, “me quitan dinero”, o “en el trabajo somos cuatro gatos y no puedo faltar”. Estas expresiones no son más que el reflejo de salarios más ajustados, del esfuerzo por mantener un trabajo, de la lealtad a la empresa donde trabajan, o de la conciencia de que en el trabajo quedan pocas manos.
ABUELOS
También escuchamos abuelos que sufren porque con su pensión deben alimentar unas bocas de más. Las del hijo o hija que están en el paro o se han separado, y las de los nietos. Ancianos con muchas obligaciones, con poca salud, obligados a preparar una mesa más grande porque sus nietos ya no se queden en el comedor escolar, abuelos estresados por tanto trabajo imprevisto y que no esperaban. Si hace unos años había dificultad para acceder a un centro geriátrico, actualmente estamos viendo cómo los abuelos están saliendo de las residencias o centros de día, cuando precisamente lo que tenemos es una po- blación cada vez más envejecida y dependiente. Este hecho se produce por un intento de reducir los costes familiares, dado que la pensión o ayuda del abuelo sirve para colaborar a pagar las necesidades básicas de algún familiar que se ha quedado en el paro y que ahora hará de cuidador.
ALIMENTACIÓN
Hay personas que hacen malabares para llegar a fin de mes, que se les ha acabado la prestación social, y que tienen dificul-
La Medicina -con mayúscula- busca la màxima calidad con la mínima cantidad, tan cerca del paciente como sea posible
tades para llenar la nevera. Ironías de la vida.., quizá la crisis obligará a resituarnos y tomar conciencia de que no son necesarias las opulencias culinarias, caras y excesivamente calóricas que tan mal han hecho a la salud. Quizás tendremos que volver a aprender a alimentarnos y a cuidarnos. Como sanitarios insistiremos en que una comida económica puede ser muy saludable –comer bien no significa gastar más–. La práctica regular de ejercicio físico, como caminar, puede ayudar a prevenir y a controlar muchas patologías. Y hay que ser ponderado en el uso de los fármacos, pensar que no siempre son necesarios, y que incluso pueden perjudicar.
OTRA MANERA DE TRABAJAR
Los médicos de atención primaria asistimos a situaciones familiares complejas y muy extendidas. Situaciones que no nos dejan indiferentes. Cuando hacemos el ejercicio de vernos a nosotros mismos “sentados en la otra silla” es cuando mejor podemos actuar para ayudar. Estas nuevas situaciones y necesidades que llegan a nuestras consultas han provocado cambios en la manera de enfocar nuestro trabajo. Hemos tenido que reforzar muchísimo el programa de atención domiciliaria, para dar respuesta al aumento creciente de personas mayores y frágiles que viven en su casa, que necesitan del apoyo profesional a lo largo de su enfermedad. En este campo, damos mucho valor a los cuidadores de estos enfermos, sean familiares o no, porque son un puntal imprescindible en la atención a persons dependientes.
Y como estamos en una sociedad tecnificada, también hemos introducido en la organización de los equipos de atención primaria otras formas no presenciales de relacionarnos con los pacientes, que pueden facilitar el contacto evitando pérdidas de tiempo innecesarias, fomentando la comunicación a través del teléfono o los correos electrónicos –para enviar los resultados de pruebas, planes de medica
ción u horas de citas–.
MENOS ES MEJOR
La reducción de recursos sanitarios también ha hecho que los profesionales de la salud nos planteemos si toda la cartera de servicios que estamos ofreciendo sirve realmente para mejorar la salud, o, por el contrario, el exceso de medicalización provoca más mal que bien a nuestros pacientes. Ha sido en los últimos años que ha habido una revisión en profundidad de los fármacos financiados –para qué patologías son útiles y en qué edades–, de las pruebas diagnósticas –cuando se necesitan y cuando no–, de las pruebas de cribado, de determinadas técnicas quirúrgicas, de determinados sobrediagnósticos, que comportan un intervencionismo innecesario…
Esta tendencia no se da sólo en nuestro sistema sanitario, sino que hay una inquietud muy extendida entre diferentes sociedades científicas de los países más desarrollados para conseguir el objetivo de la Medicina –en mayúscula– que busca la máxima calidad con la mínima cantidad, tan cerca del paciente como sea posible. Obviar las actividades curativas y preventivas innecesarias para evitar o limitar el daño que podrían llegar a causar.
En el contexto social y económico actual de precariedad puede ser vivido por algunos como una pérdida, ya que hemos compartido la falsa creencia de que cuanto más mejor... Pero también podría vivirse como una oportunidad para introducir, a nivel institucional, mecanismos sistemáticos de garantía de calidad de cualquier servicio que damos, siguiendo el principio más viejo y elemental en medicina que es el primun non nocere (lo primero es no hacer daño). Hay que hacer un giro sustancial que nos lleve a pensar en el concepto –más actual pero igualmente elemental– que menos puede ser incluso mejor .