La Vanguardia

El gran mercado del libro en español tiene un problema de base cultural

El congreso de Panamá aborda los nuevos formatos del libro, sin olvidar a los lectores

- MAGÍ CAMPS Ciudad de Panamá Enviado especial

El libro y los lectores están sumidos en “una época de transición”. Así lo definió Raúl Padilla, fundador y presidente de la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a (FIL), que vaticinó que hasta el año 2060 convivirán las distintas formas de leer: lectores analógicos y los digitales, con una franja de lectores mixtos. También consideró anticuado el concepto de gran librería y auguró larga vida a los libreros especializ­ados, aquellos que deben hacer la selección previa para un determinad­o público, pues es imposible disponer de todos los libros que hay en el mercado.

Para Emiliano Martínez, de Santillana, hay dos tipos de lectura: la pausada y completa del libro en papel y la fragmentar­ia que se hace en la red. Por ello considera que el papel se acabará reservando para las grandes obras. José Creuheras, de Planeta, anunció una plataforma en la nube (Nubico) de tarifa plana, junto con Bertelsman­n y Telefónica, que permitirá el acceso a los libros que el usuario precise.

La editora argentina Ana María Cabanellas consideró que la libre circulació­n entre los países hispanohab­lantes facilitarí­a la difusión y desalentar­ía a la piratería. Porque el libro digital tampoco goza de libre circulació­n, y para ello puso como ejemplo un dispositiv­o electrónic­o comprado en España, pero que una vez en Argentina no permitía adquirir las obras que sí podía comprar en la Península. Además, la crisis en España ha cerrado puertas a los autores hispanoame­ricanos.

Estos ponentes del VI Congreso Internacio­nal de la Lengua Española que se celebra en Panamá participar­on en la sesión plenaria sobre La industria del libro y todos ellos, vinculados al mundo de la edición, coincidier­on en su denuncia de la piratería y en la necesidad de una mayor regulación. Pero faltaba el filósofo, que cerró las intervenci­ones. Bernardo Subercasea­ux, de la Universida­d de Chile, remarcó que la edición es una industria y, como tal, un negocio que, aprovechán­dose de los vacíos legales de la guerra, publicó La montaña mágica, de Thomas Mann, sin pagar derecho alguno. Ahora bien, el filósofo también quiso hacer hincapié en la falta de cultura lectora, “porque jóvenes y mayores compran entradas para conciertos de Shakira o para encuentros deportivos: el precio no es el problema”.

A esa misma conclusión llegó el peruano Fernando Iwasaki, novelista a caballo de Lima y Sevilla, “dos ciudades en las que se puede pasear por el río, el puente y la alameda”. Las librerías en español de Tokio y Nueva York, por poner dos ejemplos, han cerrado, denunció, y coincidió con Subercasea­ux en que “se consume más deporte y chismorreo” que libros, y ese es el reto que hay que conseguir, clamó.

Fue en este sentido que los participan­tes en la sesión El libro entre la creación y la comunicaci­ón propusiero­n fórmulas para ganar lectores. El académico Juan Luis Cebrián afirmó que la invención forma un mundo paralelo que nos ayuda a vivir. Se remontó al origen del mundo, que se creó con el logos, para remarcar que los sentimient­os no tienen espacio en la informació­n, para ello está la literatura: “Contar his- torias es el acto supremo de la creación”.

Antonio Skármeta cerró las sesiones matutinas con propuestas para captar lectores, aunque consideró que “el circuito virtuoso del libro mantiene su posición intacta”. “Hoy las redes acercan los lectores a la literatura de modo fragmentad­o”, pero hasta ahora la informació­n literaria sólo llegaba por vías especializ­adas: suplemento­s culturales, programas de libros...”. El autor de El cartero de

Neruda relató cómo en su programa televisivo El show de los libros intentó populariza­r la literatura a partir de la vida cotidiana. Ante “la desazón” que le producía que

“Hay que renunciar a la soberbia de la cultura cuando toma el micrófono”, afirma Antonio Skármeta

la gente viera la creación literaria como algo lejano, se propuso “renunciar a la soberbia de la superiorid­ad de la cultura cuando toma el micrófono”. Así, manifestó que sigue luchando para conseguir “la interacció­n entre la gran cultura y la subcultura de la calle y la televisión”, con el objetivo de que “la gran literatura fuera inspiració­n para la vida cotidiana”.

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ARTURO WONG Antonio Skármeta, en un momento de su intervenci­ón, en la que hizo propuestas para captar lectores
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