“El infierno es frío: estás a solas con tu culpa”
Cay Rademacher, que publica ‘El asesino entre escombros’
Basada en la historia real de cuatro asesinatos acontecidos en Hamburgo en 1947, El asesino entre los escombros (Ediciones Maeva), del autor alemán Cay Rademacher, es también un homenaje a la tradición literaria de la Trümmerliteratur, la llamada literatura de los escombros. Esa literatura que tras el final de la Segunda Guerra Mundial describía un mundo hecho añicos, la culpabilidad del superviviente y la esperanza de resurgir de las cenizas. Una narrativa marcada por la miseria y la austeridad, en un mundo que se había derrumbado. Una corriente de la que formaron parte autores como Heinrich Böll o Günter Grass. El libro de Rademacher es un guiño a esa narrativa y a ese grupo literario que adoptó el nombre de un año: 1947. El 20 de enero de ese año, en uno de los inviernos más fríos que se recuerdan, E inspector Frank Stave, investiga cuatro sórdidos crímenes con la misma autoría: el de una joven encontrada desnuda y degollada, una mujer mayor, un hombre asfixiado con un alambre y una niña.
Conocido como historiador, Cay Rademacher (1965) vive en Hamburgo con su esposa Françoise y sus tres hijos –Léo, Julie y Anouk– y ésta es su primera novela. Actualmente dirige el magazine Geo Época y ha recopilado infinidad de cartas, montañas de bibliografía, documentos que nunca creyó que acabaría encontrando...
¿Qué costó más: obtener expedientes médicos de la época, cartas personales o datos de la policía criminal de Hamburgo? La policía fue realmente amable y me allanó el camino porque había mucha gente interesada en aclarar
ese suceso criminal de 1947 en Hamburgo.
Usted entrevistó a testigos que en aquella época eran apenas niños. Eso me afectó mucho, recuerdo el caso de una mujer que entonces tenía diez años. Me contó que las historia de aquel crimen en serie aterrorizó tanto a su familia que, siendo niña, la obligaban a caminar por la mitad de la calle, lejos de los es- combros y las aceras, para que nadie la secuestrara.
Aquel caso nunca se resolvió. Ni se supo quién era el asesino ni la identidad de las víctimas. ¿Ha forjado su propio opinión? Jamás se aclaró nada pero yo estoy convencido de que las cuatro víctimas formaban parte de la misma familia. Probablemente gente de fuera de Hamburgo, de Polonia o Rusia, desplazados por alguna guerra y que no querían volver a sus países de origen... Porque es imposible que después de tanto tiempo y energías nadie identificara a esas personas.
Frank Stave carga con varios desastres: no pudo salvar a su mujer de las llamas de un edificio bombardeado, su hijo desaparece en el frente... ¿Por qué todos los inspectores de novela negra son tan desgraciados? Supongo que un día los autores descubrimos que los personajes quebrados, rotos, son más interesantes que aquellos a los que todo les sale redondo. Y en aquella época, ni le cuento...
¿Cuál es el tic del historiador que se convierte en novelista? Algunos se obsesionan con los datos pero no es mi caso. A mi lo que me fascina es buscar trazos de la vida cotidiana de aquella época: cómo resistían el frío, las series radiofónicas, cartillas de racionamiento... todo eso que nunca queda escrito en un registro.
¿Cómo es el infierno? Es un lugar frío, allí estás a solas con tu culpa. Eso les ocurría a toda esa gente que vivieron una época histórica tan dura: sentían el frío dentro de su alma y se vieron obligados a arrastrar, día a día, ese sentimiento gélido. Incluso los que no estaban implicados con los nazis arrastran sentimientos de culpa.
¿De dónde sale la fuerza que hace que una ciudad absolutamente devastada se recupere? De no tener otra opción. Esa gente salió literalmente de los escombros huyendo de la vergüenza. Sin gobierno que les defendiera y sin economía funcional, tuvieron que apañarse por ellos mismos.
“Los personajes rotos son más interesantes que aquellos a los que todo les sale redondo”