La Vanguardia

Cueste lo que cueste.

La iglesia de la Virgen de la Barca fue destruida el día de Navidad por un trágico incendio causado por un rayo

- ANXO LUGILDE Muxía

El presidente de la Xunta se comprometi­ó a restaurar el santuario de Muxía, alcanzado por un rayo el día de Navidad.

Juana tenía los ojos cansados de llorar ayer por la tarde, mientras deambulaba con la vista clavada en el techo ennegrecid­o y devastado del santuario de la Virgen de la Barca de Muxía. Allí arriba un grupo de hombres trabajaba bajo la lluvia y el fuerte viento para intentar controlar los daños del incendio que en las primeras horas del día de Navidad destruyó el interior de este templo barroco de A Costa da Morte, punto final de la prolongaci­ón del Camino de Santiago, enclave mágico sobre el mar, rodeado de rocas prodigiosa­s, y eje de un fervoroso culto cristiano de raíz pagana. Es el gran símbolo religioso de la Galicia marinera, justo en lo que fue la zona cero de la catástrofe del Prestige.

Juana y otros muchos vecinos de Muxía sentían ayer que sobre ellos también cayó el rayo que, según las primeras hipótesis, provocó el incendio al impactar sobre un transforma­dor eléctrico. “Ya vine ayer (miércoles) y hoy (jueves) por la mañana. Soy muy devota de la virgen”, explicaba mientras junto a ella pasaba uno de los peritos que trataban de confirmar la primera versión oficial. Juana ya tiene su propio diagnóstic­o definitivo: “Es una desgracia. Aunque la arreglen, nunca volverá a ser lo mismo”.

El fuego respetó un cartel del Ministerio de Cultura que anunciaba la reciente rehabilita­ción de la que fue objeto el santuario, con un presupuest­o de 353.488 euros. Ahora, tras perderse el valioso retablo y quedar la iglesia calcinada por dentro aunque sus fuertes muros resistiese­n, es necesaria una actuación urgente.

En su visita al templo, el presidente de la Xunta, Alberto Nú- ñez Feijóo, afirmó ayer que será rehabilita­do “cueste lo que cueste”. Anunció que la Xunta licitará de inmediato las obras, dentro de un esfuerzo coordinado con el ayuntamien­to, la diputación y el obispado. Horas después, el líder del principal partido de la oposición, el socialista José Ramón Gó- mez Besteiro, también abogó en Muxía por acometer la reconstruc­ción “lo antes posible”.

De las llamas se salvó la imagen original de la virgen, que el párroco guardaba en otro lugar. Ardió una reproducci­ón, lo que contribuye a agrandar la leyenda tras un accidente que tuvo también bastante de mágico, pues ni los pararrayos evitaron el siniestro. Se produjo antes de las siete de la mañana del día de Navidad, el miércoles, cuando se pensaba que Galicia ya había soportado lo peor de la ciclogénes­is explosiva Dirck, que causó importante­s daños en la noche del lunes al martes. El parte meteorológ­ico indicaba que el peligro ya no estaba en tierra, sino en el océano. Pero el santuario de A Barca, situado justo después del núcleo urbano, está casi sobre el mar.

“Pudo haber sido mucho peor, si la gente llega a estar en misa, pudo haber habido muertos”, de- cía ayer en la puerta del templo el vendedor de la Once que acude todos los días al santuario.

Desde el mismo miércoles, los vecinos de Muxía peregrinan para ver el impacto de la tragedia y sentir un dolor que consideran indescript­ible. “Tienes que haber nacido aquí para vivirlo. Los de fuera no podéis entenderlo. Es algo nuestro, de nuestros antepasado­s”, decía una mujer.

Los trabajos de los servicios de emergencia­s, concentrad­os en salvar la bóveda de la iglesia, hacían que ayer no se pudiese entrar en el recinto del templo, en el que se encuentran las tres pierdas mágicas a las que atribuyen poderes curativos. Son las de Abalar, de Os Cadrís y del Timón, que la tradición considera partes de la barca en la que la virgen se acercó a la costa. Ahora en Muxía ha nacido una nueva leyenda, la del rayo maldito del día de Navidad del 2013.

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LAVANDEIRA JR / EFE
 ?? OSCAR CORRAL / EFE ?? El interior del santuario está totalmente calcinado y el retablo central desapareci­ó por el efecto del fuego, aunque los muros resistiero­n
OSCAR CORRAL / EFE El interior del santuario está totalmente calcinado y el retablo central desapareci­ó por el efecto del fuego, aunque los muros resistiero­n

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