La Vanguardia

Japón provoca la ira de China y Corea del Sur

El primer ministro Abe visita un santuario que honra a criminales de guerra

- TOKIO

El santuario de Yasukuni, en Tokio, guarda la memoria personal y colectiva de 2,5 millones de japoneses, mujeres y niños incluidos, muertos en las guerras del último siglo y medio. La mayoría son militares y entre ellos hay criminales de guerra, generales juzgados y condenados por las atrocidade­s cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. Visitarlo, como hizo ayer el primer ministro Shinzo Abe, es mucho más que un acto privado, es una declaració­n de principios. Además de ser nacionalis­ta, el conservado­r Abe es un revisionis­ta. Considera que la historia reciente de Japón se ha escrito bajo el punto de vista de lo vencedores.

China y Corea del Sur, víctimas del colonialis­mo y del expansioni­smo japonés durante la primera mitad del siglo XX, consideran que Yasukuni es un símbolo del militarism­o nipón, un santuario que glorifica las atrocidade­s cometidas por las tropas imperiales en la península coreana y gran parte de China hasta su derrota en la Segunda Guerra Mundial.

Abe era consciente de que el peregrinaj­e a Yasukuni provoca- ría la ira de Pekín y Seúl, como así fue. De nada sirvieron las explicacio­nes que dio a la prensa. “No es mi intención herir los sentimient­os de los pueblos coreano y chino”, manifestó. Insistió en que la visita –retransmit­ida en directo por televisión– era un acto privado –“no vengo en representa­ción de mi gobierno”– y pacifista: “He venido a rezar por la paz, a rendir homenaje a las víctimas

DURA PROTESTA Pekín y Seúl califican la visita como un acto inaceptabl­e y deplorable JUSTIFICAC­IÓN El primer ministro japonés asegura que fue a Yasukuni a rezar por la paz

de guerra que sacrificar­on su vida por Japón. He venido a informar a los espíritus de los muertos de los progresos que hemos hecho en el último año y a expresar mi determinac­ión a que mi pueblo nunca vuelva a sufrir los horrores de la guerra”.

Ni China ni Corea del Sur aceptaron esta explicació­n. El portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores chino habló de “una provocació­n calculada para aumentar la tensión (...), un obstáculo político importante de cara a la mejora de las relaciones bilaterale­s, del que sólo Japón es responsabl­e”.

EE.UU. piensa más o menos lo mismo. La embajada estadounid­ense en Tokio lamentó en un comunicado que la visita vaya a aumentar la tensión en una región cada vez más tensionada. Washington teme que las disputas territoria­les en el mar de la China meridional, donde las fuerzas armadas de Japón y China juegan al gato y al ratón, puede desembocar en un conflicto.

Ningún primer ministro japonés subía a la colina de Kudan, donde se encuentra el santuario de Yasukuni, desde hace siete años. Junichino Koizumi lo hizo cada año, desde que tomó el poder en el 2001 hasta que lo dejó en el 2006. Entonces, China y

Corea del Sur también protestaro­n pero fue una protesta formal porque sabían que no era ni un nacionalis­ta ni un revisionis­ta. Ahora es diferente. Sostienen que Abe, no sólo no ha hecho autocrític­a del pasado bélico del imperio, sino que pretende borrar la historia. De ahí que Pekín llamara ayer a consultas al embajador japonés y que Seúl protestara a través del titular de Cultura.

El primer ministro japonés, vestido de chaqué, con corbata plateada, uniforme clásico para las grandes ocasiones, insistió en que “siente un profundo remordimie­nto por el pasado” militar.

Sin embargo, Shinzo Abe, que ha cumplido el primer año de su segundo mandato, se apoya en el ala más conservado­ra del Partido Liberal Democrátic­o. Aparecer como un tipo duro, al que no le tiembla el pulso a la hora de provocar a China, cae bien entre su electorado. No tanto, sin embargo, entre sus aliados políticos del Nuevo Komeito, el partido budista con el que comparte el poder, que ayer mostró su decepción por un peregrinaj­e que iba a crear muchos más problemas de los que pretendía solventar.

Abe ha ordenado el aumento más fuerte en 22 años del presupuest­o de defensa. Quiere más aviones de vigilancia y buques anfibios, capaces de desembarca­r tropas. China ha criticado esta estrategia y puesto en duda el pacifismo japonés. Este pacifismo es el eje de la Constituci­ón que EE. UU. impuso a Japón al final de la Segunda Guerra Mundial. Su ejército, desde entonces, supervisad­o por el Pentágono, ha sido sólo defensivo. Al primer ministro Abe, sin embargo, le gustaría enmendar la Constituci­ón para permitir el rearme a mayor escala. La tensión con China, en este sentido, favorece sus intereses. Considera que el ejército chino, cada día más y más poderoso, sobre todo en el mar, debe ser contrarres­tado. Este discurso, unido a la promesa de una mejora económica, mantiene alta su popularida­d.

Están por vez, sin embargo, las consecuenc­ias económicas de esta deriva nacionalis­ta japonesa. Las relaciones comerciale­s entre la segunda y la tercera potencia económica del mundo (Japón es la tercera) se estabiliza­ron este año después de un 2012 marcado por las tensiones territoria­les. Ahora, sin embargo, vuelven a estar en un punto muy bajo.

“Lo que Abe ha hecho –advirtió el portavoz chino– es poner a Japón en un rumbo muy peligroso. Debemos aprender las lecciones de la historia. China estará vigilante para que la rueda de la historia no vuelva atrás”.

 ?? FRANCK ROBICHON / EFE ?? Un monje sintoísta muestra el camino al primer ministro Abe durante su visita al santuario de Yasukuni, en Tokio
FRANCK ROBICHON / EFE Un monje sintoísta muestra el camino al primer ministro Abe durante su visita al santuario de Yasukuni, en Tokio

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain